Por @JaviGCarballal
Fotografías de Alejandro Poblador

El pasado sábado 26 acudíamos a uno de los templos de la música en directo en la capital de España para ver el único concierto de la última gira del gran Leo Jiménez que no se celebraba al aire libre.

La Riviera presentaba una entrada más que aceptable (alrededor de tres cuartas partes del aforo) cuando con absoluta puntualidad, un minuto antes de las nueve de la noche, se apagaban las luces de la sala y comenzaban a escucharse los rugidos de unos leones en un escenario bastante sobrio, con un telón granate al fondo y unos focos barriendo su superficie. Comenzaron a escucharse las notas de una intro a medida que iban apareciendo los miembros de la banda, hasta que en último lugar, ataviado con pantalones negros y camiseta de tirantes azul, apareció el gran protagonista de la noche. Ovación de gala para recibir al hijo pródigo del metal madrileño y arranque de lujo para una fiesta de dos horas de caña con Bebe de Él.

Con el público totalmente entregado y coreando las letras a todo pulmón, sonó a continuación Caminos de Agua, con un sonido bastante aceptable y que fue mejorando a lo largo del concierto hasta alcanzar un nivel más que óptimo.

Con Leo totalmente emocionado y haciendo de perfecto maestro de ceremonias, no podía ser una fiesta si no hubiera contado con muchos y buenos amigos del músico, y ya en el tercer tema, comenzó el desfile de colaboraciones y el primero en acompañar a Leo y su banda sobre el escenario fue José Cano, cantante de Centinela al que presentó como “el mejor cantante español de heavy metal”, con el que la banda interpretó Insaciablo.

A continuación y tras alabar Leo a los grandísimos Pantera, subió al escenario otro de los invitados (y sin embargo amigos, como dijo aquel), Zyrus de Kaothic, para compartir con la banda Domination, temazo de los americanos. Para la ocasión, Leo se armó de su explorer con la que se acompañaría durante buena parte del concierto.

Nuevamente sin invitados, sonaron Desde Niño y Condenado, con el público cada vez más participativo y el buen rollo circulando como una corriente continua desde este hacia el escenario y viceversa, en una comunión casi perfecta.

A continuación fue el turno del gran Tanke Ruiz de Fiebre, con el que tras echarle un montón de piropos Leo interpretó Misantropía. Con las espadas en lo más alto siguió Él no Llorará, para posteriormente invitar en esta ocasión a acompañarle en el escenario a nuestro querido Txema de Somas Cure, y al señor Mero Mero de Cuernos de Chivo. Este último soltó un pequeño discurso sobre las bondades del protagonista de la noche que incluso llegó a ruborizarle ligeramente, pero enseguida volvieron las aguas a su cauce, el del metal, y en esta ocasión con los tres cantantes atacando No hay más Canciones para ti.

A estas alturas llevábamos prácticamente una hora de concierto sin que la intensidad hubiera decaído en un solo momento. Y que mejor manera de continuar en esa línea que con un temazo de Stravaganzza como es Impotencia, con Mero Mero aun sobre el escenario.

Siguiendo con los amigos, el siguiente invitado en subir al escenario fue el alma de Kaothic, Alberto Marín, para colaborar en Volar. Leo aprovechó ese momento para desprenderse temporalmente de su guitarra y presentar a los musicazos que le acompañaron durante todo el concierto: Carlos Expósito, magistral a la batería (incluso bebiéndose una cerveza durante un tema sin usar la mano izquierda más que para la rubia), Antonio Pino (protagonista de la mayoría de los solos guitarreros y un auténtico trueno) y Rufo J Cantero (último en incorporarse pero en palabras del propio Leo, “el puto amo”) perfectos a las seis cuerdas, y Edu Fernández impecable con el bajo y con una puesta en escena puro metal.

Caballo Viejo (en una versión especial) precedió a Lo Importante, esta última nuevamente con Tanke acompañando, con un conato previo del “Ni más ni menos” de Los Chichos que rápidamente el personal se animó a palmear, en uno de los momentos de más juerga de la noche.

Tocaba otra vez ponerse serios, en el mejor sentido de la palabra, porque Leo se atrevió a interpretar, pese a la ausencia de orquestación y demás componentes teatrales de una ópera rock, como él mismo explicó, Getsemaní, de Jesucristo Superstar, todo un desafío para cualquier vocalista, y un gran reto si tenemos en cuenta los grandes genios que han cantado ese tema. Y la prueba la verdad es que el madrileño la pasó, y con nota.

Llegados a este punto de subidón, qué mejor que apretar un poquito más las clavijas, y para los fans congregados en La Riviera una buena sobredosis es lo que supuso la versión metalera de Hijo de la Luna, en esta ocasión con el gran Patricio Babasasa sustituyendo momentaneamente a Edu a las cinco cuerdas. He de decir que quizá por haber vivido mi adolescencia metalera en los ochenta, este tema no me gusta nada, pero reconozco que en las manos (y los pies) de estos maquinones, la cosa cambia bastante a mejor.

Había transcurrido más de hora y media desde que comenzó este fiestón que el fuenlabreño se quiso dar merecidamente con su gente, y los músicos abandonaron momentaneamente el escenario. Tras esa breve pausa y con algún cambio de vestuario provocado por la entrega y el calor del show, Leo presentó Parte de mí, tema de Saratoga y dedicado a su abuelo.

Como no podía ser de otra manera en un tío que sabe ser amigo de sus amigos y muy buena gente, hubo petición de aplausos para los técnicos de sonido y luces, para el personal de la sala y finalmente y con una gran sonrisa y toda la sinceridad del mundo, para el público.

Resurrección y finalmente Tu Destino, con la peña y los cuernos en lo más alto, pusieron la guinda a este concierto, a este reto que Leo se había marcado afrontar en La Riviera, a una fiesta en la que el músico no dejó de disfrutar, de sonreír en todo momento incluso ante los mínimos desajustes que se pudieron producir, y que sin duda le reportó una gran recompensa y uno de sus días más grandes.

Con la banda y los invitados en el escenario, y sonando el himno del C.F. Fuenlabrada (compuesto por el propio Leo), este humilde narrador y el gran fotógrafo que me acompañaba nos dirigimos a la puerta para llegar a tiempo a otro concierto. Pero esa es otra historia. Lo que aquí importa es que disfrutamos de un gran concierto de metal en castellano, con un tío que tiene muchas virtudes entre las que yo destacaría su esfuerzo y su trabajo, y que las y los muchos fans que casi llenamos la sala lo pasamos de putísima madre durante dos horas que se fueron volando.

Larga vida al metal. Larga vida a Leo y compañía.