Pese al reciente cambio de normativa en la Comunidad de Madrid en lo que respecta a acceso a conciertos para menores, en los directos a los que hemos podido asistir desde esa modificación la verdad es que la presencia de menores, desgraciadamente, ha sido mínima por no decir nula. Esperemos en cualquier caso que esto vaya cambiando a mejor, y no es quizá el de Asfalto el mejor referente para contrastar este dato porque se trata, sin ninguna duda, de música adulta en el mejor sentido de la palabra.
A estas alturas del siglo XXI, desgraciadamente la mayoría de los temas que tratan las canciones de la banda están de plena actualidad. Son composiciones cuidadas al extremo, tanto en las letras, algunas de ellas con cuarenta años de historia, como en la parte musical, donde nos encontramos con verdaderas exquisiteces y algunas reinterpretaciones de clásicos que no hacen sino mejorar y actualizar lo que ya en su momento eran auténticas obras de arte.
Un verdadero acierto sin duda contar con Miguel Oñate en varios de los temas que sonaron durante la noche, y es que para mí sin duda es el mejor vocalista que ha tenido la banda y una de las mejores voces del rock español que ha dado la historia. Fue un gran placer ver de nuevo al maestro Castejón y al mencionado Oñate disfrutando juntos sobre un escenario. Si a todo lo dicho añadimos un sonido perfecto (comentábamos tras el concierto que los “técnicos” de bastantes salas deberían haber estado el viernes asistiendo a una clase práctica de cómo sonorizar a una banda de rock) y unos músicos extraordinarios, es fácil adivinar que el concierto fue “de diez”: Arturo García a la batería es un auténtico fuera de serie, contundente cuando corresponde, sutil en los momentos en que hay que serlo, con un dominio de la percusión impresionante y con el añadido de que no solo hace unos coros extraordinarios sino que incluso se convierte en voz solista en algún momento con gran brillantez; Pablo Ruiz, el “picasso” de las cuatro cuerdas, aporta solidez y clase a las composiciones con un instrumento demasiadas veces infravalorado pero que además de ser imprescindible, en las manos adecuadas puede aportar una gran belleza. Nacho de Lucas consolida con los teclados ese sonido marca de la casa, creando atmósferas y melodías que te llevan mucho más allá de la música y que forman parte de nuestra banda sonora desde hace décadas. Y finalmente, Paul Castejón, el hijo pródigo que canta, hace coros, toca la guitarra y la flauta, y todo ello de putísima madre. Emociona ver a padre e hijo disfrutando juntos y orgullosos el uno del otro.
Alrededor de las 21:30 arrancaba el concierto con el público quizá un poco frío, no sabemos si por la media de edad, por el respeto y las ganas de escuchar o porque los fans más ruidosos estuvieron en el show del día 23 de enero, pero desde el primer acorde solo se veían entre la gente sonrisas y caras de felicidad. Es lo que tiene la buena música cuando se interpreta con gusto, corazón y elegancia. Con un repertorio muy bien elegido y ordenado, la intensidad fue subiendo poco a poco pero constantemente, llegando al momento más álgido con la aparición de Oñate sobre el escenario. La banda suena de maravilla, los temas son fabulosos, pero quizá en determinados momentos se echa de menos la fuerza que aporta un cantante solista moviéndose por el escenario y creando complicidades con el público como solo los grandes saben hacer, y el gran Miguel ha sido y sigue siendo un gran animal de directo, y da igual los años que pasen, lo sigue demostrando. Ya sea haciendo participar a la gente en las canciones, enarbolando una bandera negra con el símbolo de la paz pintado en trazos blancos, o aludiendo al primo de Rajoy a la hora de referirse al cambio climático: siempre genio y figura.
Tras dos horas de concierto las sonrisas entre los asistentes eran notables, incluyendo la del gran Enrique Cajide que, cómo no, anduvo por allí disfrutando con la gente de la que también fuera (y sigue siendo) su banda. Y es que como ya hemos comentado anteriormente, el espectáculo fue total, primero por la gran calidad de los músicos y de los temas interpretados, y después y no menos importante, por el impresionante sonido que tanto la propia banda como los técnicos de la sala lograron ofrecernos, consiguiendo que se pudiera apreciar cada matiz, cada sutileza de unas canciones que desde hace más de cuarenta años en algún caso, siempre han estado muy cuidadas y elaboradas. Si pasan cerca de tu ciudad, yo de ti no me lo perdería.