Ha llovido -de hecho ha llovido muchísimo, esto es Pamplona y Pamplona es Mordor- desde que Ramón J. Márquez y los suyos llenasen el Pabellón de Anaitasuna con más de 5000 personas en 1984.
Han pasado 32 años, ¿qué es lo que voy a presenciar hoy? Los rumores sobre el artista son amplios y variados. Lo mejor es ser una tábula rasa e ir al bolo vírgen e inmaculada, sin ninguna clase de prejuicio y con los tímpanos bien despejados. Además dichas habladurías poco tienen que ver con su música, así que me importa todo un bledo. ¡He venido a hablar de mi libro!
¡Ssshhh, que aparecen los músicos en el escenario!
22.50 hora central europea de verano.
LOS ELÉCTRICOS DEL DIABLO salen al escenario, ocupan sus puestos y “Ángel de cuero, perfil de navaja, poeta del hambre, reo sin verdugo…”. Saco fotos con toda comodidad, de aquí para allá. Oigo a RAMONCÍN cantar a capella por encima de su voz que sale amplificada por los amplis. Técnica, señores, técnica.
Bat, bi, bat, bi, hiru, lau! Séptima canción, Estamos Desesperados. RAMONCÍN canta, toca la guitarra y saca la armónica en Blues para un Camello.
¡Estoy loco por comerte el chochito! Canciones Desnudas, esta no la había oído yo. Mi cara es un poema.
LOS ELÉCTRICOS DEL DIABLO, qué banda más buena. Qué feeling y qué buen rollo desprenden. Sonrisas entre ellos, lo están pasando de lujo en el escenario. Una gran ovación para ellos, no hay ni un pregrabado, ningún sampler. Ya era hora de ir a un bolo y escuchar a humanos tocar y no a máquinas reproducir sonidos grabados previamente.
Todos, incluyendo Ramón, van ataviados con ropa negra. ¿Importancia? No mucha, pero he visto muchos grupos de heavy metal sobre el escenario que parece que les compran sus madres la ropa en el Venca. La conjunción en la vestimenta a la hora de salir al escenario es algo que mi ojo bueno agradece.
Los Eléctricos de Fender, y si no me equivoco, tanto guitarras como bajo son modelos de los ochenta o noventa. Ramón lleva un look rockero, con camperas de piel negras incluidas. Ha pasado hora y media desde que ha empezado el concierto y sigue con el listón alto, moviéndose y cantando como si tuviera 40 años menos.
En la zona que el día anterior era para los fotógrafos hay una pequeña plataforma, de tal manera que el escenario se ve ampliado, como adentrándose hacia el público. RAMONCÍN aprovecha ese apéndice del escenario para sentarse y cantar los temas más de medio tiempo y para tender la mano a los fans, que a estas alturas ya han enloquecido. El público aprovecha esos momentos de cercanía para estampar sus smartphones con flash en la cara del cantante -no literalmente-, al que no le parece molestar mucho.
Al terminar la canción Felisín el Vacilón, se sienta delante de los monitores y canta una estrofa de Down to the River de Bruce Springsteen para dar paso al mítico tema Como un Susurro.
Después de Rock n’ Roll Duduá: La Cita. Tema en el que la gente se sube al escenario y la lía parda. Pero los músicos ni pierden el ritmo ni paran de tocar -pese a que sus equipos peligran con las bebidas de los fans-. Después un pequeño parón para dar paso a cuatro temas: La Pared, Forjas y Aceros, Sangre y Lágrimas y por último Miedo a Soñar.
“Venga Yaiza, te subo a hombros y te llevo al escenario para que bailes con RAMONCÍN“.
Me dice un colega muy entusiasmado.
¿Sabéis qué? Hace ocho años me hicieron la misma en un concierto en OBÚS y terminé cantando Dame Amor con Fortu en plenos San Fermines delante de cientos de personas. Cría fama y échate a dormir, ya tengo la negra. Pero paso de subirme a ningún lado, que estoy sobria y cámara en mano.
Ya las últimas tres canciones: Mandan los Lobos, una súper rockera Al Límite y Hormigón, Mujeres y Alcohol -la de: Litros de alcohol corren por mis venas, mujer…
Canción en la que por fin me coge mi colega sobre sus hombros, la peña se vuelve loca, me sujetan entre todos y saco alguna foto decente y mil movidas.
Después del frenesí, los artistas se despiden definitivamente.
Un concierto de diez.
Un cantante con una voz como la de hace treinta años arropado por siete músicazos.
¿Se puede perdir más? Rock n’ roll en estado puro.
Después del bolo pudimos saludar a los artistas, que derrocharon amabilidad y simpatía. Unos tipos muy grandes que nos proporcionaron una grata experiencia.
“Si vuelve el pop es que algo anda mal”.