Martes 7 de junio, ocho de la tarde en Madrid y alrededor de treinta grados de calor seco. Como casi todos los años, el verano llega sin avisar a la capital, solapándose con la peor época para los alérgicos, con los pólenes en niveles estratosféricos.
Con ese panorama llegamos a la sala Penélope para ver a KING KOBRA, que vuelven treinta años después de que los disfrutáramos en un concierto navideño de la mítica sala Canciller, allá por el siglo pasado.
Si en aquella ocasión fueron los chicos de Niágara quienes abrieron su show, en esta son también dos bandas locales las que preceden a los americanos, concretamente SUNSËT y TEQUILA SUNRISE (curiosa la coincidencia). Aparte de eso, han cambiado muchísimas cosas en estos treinta años, y no hay más que mirar al público y sobre el escenario para darse cuenta, sin dejar de destacar que nos sorprendió ver mucha gente joven en un aforo que ocupaba unos tres cuartos de entrada.
Alrededor de las ocho de la tarde iniciaron su actuación los chicos de SUNSËT (un servidor llegó cuando estaban tocando su segundo tema), una banda hard rockera que hizo su papel repasando las canciones de su EP del mismo nombre, más alguna versión como Here I go Again, con el público bastante frío y un repertorio que por el estilo del grupo se adaptaba perfectamente a lo que se espera de una velada de este tipo. Dispusieron de alrededor de media hora para disfrutar sobre el escenario y poder incluir en su currículum una línea gloriosa por haber teloneado a los míticos KING KOBRA.
Después fue el turno de TEQUILA SUNRISE, otra banda madrileña con un estilo muy acorde para el cartel de la noche, y que apareció en el escenario dispuesta a dar caña desde el arranque. Muy buenos músicos que también cumplieron a la perfección con su papel calentando el ambiente y a un público que cada vez iba siendo más numeroso pese a ser martes y sufrir (o disfrutar, según los gustos) los primeros días de calorazo veraniego en la capital. Alrededor de cuarenta minutos de buenos temas (centrándose en los incluidos en su EP más alguna nueva composición) para un grupo bastante asentado ya en el panorama rockero del país, con buena puesta en escena, unos instrumentistas que demostraron sus capacidades y un cantante con una gran voz al que le falta un pequeñísimo salto de calidad para convertirse en un superclase, por lo que estaremos atentos.
Alrededor de las diez de la noche llegaba la hora de volver a ver en directo a esta mítica banda de los ochenta y los noventa, que como ya hemos dicho pisaban los escenarios madrileños por segunda vez en treinta años. Una intro acompañó la aparición de los músicos sobre el escenario para arrancar con Ready to Strike, sin duda una gran elección para comenzar. Un Carmine Appice al que los años no han tratado del todo bien dirigía las operaciones desde su batería con dos bombos, mientras delante de él encontrábamos a Shortino a la voz, David Michael-Phillips y el joven Jordan Ziff a las guitarras y al bufón de la noche, el ex WASP Johnny Rod al bajo.
Y decimos bufón porque desde el primer momento se dedicó a hacer el payaso con gestos en ocasiones pretendidamente obscenos, lanzando agua o cerveza desde la boca hacia su propia cara o tratando de solucionar el problema que al parecer le suponía que en un par de ocasiones se despegara un aplique con púas de reserva que llevaba pegado en el cuerpo de su bajo. No obstante, reconozco que en su labor meramente musical cumplió a la perfección.
Prosiguió el show con un pequeño fallo, ya que volvió a saltar la intro inicial, con los gestos exagerados de Rod, tras el cual interpretaron Tear Down The Walls y Knock ‘em Dead, rebajando un poquito la euforia del arranque con uno de sus mejores temas en mi opinión.
Con el cuarto corte, Shadow Rider volvió el subidón, al que siguió una pequeña charla de Shortino pidiendo que el público colaborase adoptando perros abandonados y contando que su mujer y él adoptaron dos perros en nuestro país (vestía una camiseta de alguna protectora de animales, por cierto).
A partir de ahí fueron desgranando temas de diferentes épocas y facturas, con algunos momentos instrumentales por parte de Rod y Appice en la previa de alguno de los cortes, llegando a interpretar una parte del Wild Side de los WASP previo a otro de los momentos álgidos de la velada, cuando sonó Hunger.
Mientras Rod sigue con sus bufonadas, ambos guitarristas y el batería hacen a continuación una versión llamemos libre del Highway Star de los Purple, a la que sigue el momento más emotivo de la noche cuando Shortino declara ser un gran admirador y fan de Ronnie James Dio, al que dedica un Heaven and Hell a capella acompañado por los coros de todo el público, en el momento más brillante de un cantante por el que se nota bastante el paso de los años y que en numerosas ocasiones a lo largo del bolo tuvo que ayudarse de una carpeta o de los «apuntes» del resto de la banda para recordar las letras de algunos temas o para entrar en el momento adecuado en otros.
Continuó Monsters and Heroes, y posteriormente Iron Eagle, tema incluido en la banda sonora de la película homónima que interpretaron con ciertas dificultades como comentábamos hace un momento, si bien he de decir que particularmente es un tema que nunca me ha acabado de convencer.
Tras Runnin Wild Carmine Appice se marcó un solo de batería que no pasará a la historia de la técnica pero que sí puso al público a disfrutar y sirvió para afrontar la recta final del concierto con las pilas cargadas.
Y en la parte final, Midnight Woman precedió a Rise your Hands to Rock (presentada por Shortino al grito de «Are you ready to Rock»), durante algunos momentos de la cual el señor Rod estuvo aporreando un timbal que colocó al borde del escenario, dentro de su particular concepto del show.
A continuación, tras abandonar brevemente el escenario, vuelta a las tablas para interpretar un par de bises para cerrar definitivamente el concierto, el último de los cuales con un título muy apropiado, «Have a Good Time».
A modo de resumen, digamos que si se tratara de un examen mi nota para este concierto no pasaría de un seis o seis y medio: desde mi punto de vista, cuando tienes un nombre y un prestigio como el que se supone a una banda que queramos o no es mítica, no basta con poner voluntad sino que hay que exigir unos mínimos, y estos pasan por supuesto porque el cantante se sepa las canciones de principio a fin; además, el repertorio, teniendo en cuenta los treinta años transcurridos desde su única visita a Madrid hasta ahora, debería haber incluido más hits del grupo; por otro lado, el exceso de llamémosle efusividad de Rod y la excesiva pasividad de los guitarras durante buena parte del show tuvieron por fuerza que decepcionar a un público que sobre todo en las filas más cercanas al escenario estuvo totalmente entregado, y pese a que en líneas generales no estuvo mal, al señor Appice también se le apreciaron algunos momentos delicados que dejan un cierto sabor agridulce. Dicho lo cual, también quiero destacar que los que estuvimos allí lo pasamos bien y disfrutamos de un concierto un día laborable con una entrada más que aceptable, y volvimos a sentir en cierto modo lo que se vivía en los conciertos de los mencionados años ochenta y noventa cuando horas antes de abrir la sala o el pabellón de turno ya había cientos de personas esperando para situarse en las primeras filas.