El pasado 20 de julio asistimos en la céntrica sala Arena de Madrid al hasta ahora último concierto de ANTHRAX en la capital. Con un calor agobiante tanto fuera como dentro de la sala, se nos escapan los motivos para la elección tanto de fecha como de recinto, evidentemente demasiado pequeño para una banda de la talla de los estadounidenses, aunque deducimos que si finalmente se mantuvo fue porque no hubo una demanda de entradas lo suficientemente grande para cambiar a otro recinto de mayor tamaño, y ahí interviene el otro factor negativo del que hablaba antes, la fecha, porque un 20 de julio no es el mejor día para un concierto de rock en una sala de Madrid.
Dicho esto, vayamos con lo que interesa, que es contar lo que vimos ese día. A las 19:45 (sí, amigos y amigas, 20 de julio, Madrid, y la hora que acabo de escribir…) salían a la palestra los chicos (y chica) de MEGARA con su habitual dosis brutal de energía y con Kenzy adoptando una actitud de entre provocación y «bordez» con el público que realmente no sé si funciona cuando el respetable no ha ido expresamente a ver a tu banda. Pese al horario y demás inconvenientes, tuvieron muchísimo público y pudieron desarrollar su show (incluyendo el «ritual» de las bailarinas que suelen acompañar sus actuaciones) ante un buen número de metalheads. Hubo tiempo entre otras cosas para ver volar literalmente (??) los crash de Pol en varias ocasiones y para escuchar una particular versión de Diez Años de Sôber, finalizando el concierto alrededor de las 20:30 tras una nueva demostración de energía y de compenetración de la banda, que sirvió para contentar a un público que realmente estaba para otra cosa, y también para salvar los variados problemas que, por desgracia, suelen surgir a los grupos que se encargan de abrir los shows de las «bandas grandes».
Alrededor de las 21:05, con la sala totalmente llena y enormes dificultades para llegar a la barra a pedir algo de beber (y la imposibilidad absoluta de hacerlo sin acabar empapado de sudores ajenos), aparecían los neoyorkinos sobre el escenario de la Arena.
Con una formación de lujo encabezada por Joey Belladona y Scott Ian, la banda funcionó a la perfección pese a la ausencia del gran Charlie Benante por motivos médicos. Belladona sigue siendo un frontman espectacular así que pasen las décadas, y supo llevar el timón del show en todo momento, jugando con el público y sobre todo cantando extraordinariamente. Sonaron temas del último trabajo de la banda, For All Kings, y también canciones míticas como por ejemplo Madhouse, precedido por un amago del The Ripper de Judas Priest, o Antisocial, coreada por el público de principio a fin y con la que, tras poco más de una hora de actuación, pusieron punto y seguido al concierto.
Instantes después volvían al escenario para interpretar Breathing Lightning y Indians (del LP Among the Living de 1985) y, sorprendentemente, despedirse definitivamente de Madrid aunque prometiendo que pronto volverán a estar por nuestro país.
Por resumir, tal como hicieron los Anthrax sobre el escenario, un concierto intenso aunque por los motivos que he ido señalando a lo largo del todo el artículo absolutamente prescindible, aunque con un buen sabor de boca para este redactor porque pude comprobar en primera persona que, musicalmente, a estos chicos no les pesan las décadas sino todo lo contrario. Pero anotamos en el debe de la banda que después de la sudada masiva del público, este se mereció un poquito más que una hora y veinte minutos de actuación bises incluidos. Nos deben una.
* Fotografías extraídas de las redes sociales de las bandas.