Los madrileños BONES OF MINERVA nos presentan «Blue Mountains«, su primer disco. Un trabajo lleno de matices y de contrastes, con melodías y voces muy diferenciadas que, quizá, puede que a más de uno le pueda resultar extraño de escuchar. Digo esto sobre todo si estás acostumbrado a discos donde el género que estás oyendo es muy marcado y muy reconocible desde la primera nota. Pero lo que nos ofrecen las madrileñas es un disco que te obliga a estar atento en cada frase y en cada riff si no quieres perderte ninguno de sus detalles. Antes de empezar con el análisis, deciros que ellos son Blue Rodríguez a la voz, Chloé Gautier al bajo, Guillermo ‘Koa’ García a la batería y Ruth O’Leary a la guitarra.

 

Empezamos con «Overcoming», que nos ofrece una mezcla de voz melódica y gutural, con un ritmo cadencioso, de danza oriental. Este ritmo poco a poco nos adentra en una canción cuya letra nos habla de una posible enfermedad mental, de cómo podemos estar perdidos en nuestra propia mente y cuán arduo es el proceso para escapar de nosotros mismos.

 

«Fear is a biscuit» comienza con mayor ritmo y sigue con el juego de voces señalado en la anterior canción. También siguen las referencias a la mente, aunque en este caso se juega más con los miedos, con una clara referencia a estar atrapados en una habitación. Pero, claro: también esa habitación puede ser nuestra propia mente…
 
Inicio de western y una voz que recuerda (al menos a mi parecer) a la de Dolores O’riordan (The Cranberries) para «Defenders». Se nota una evolución de la voz en la canción, partiendo de un inicio melódico y derivando hacia un tono grave, gutural e incluso desgarrado. Continúan las referencias a la mente y al miedo, refiriéndose a este último su vertiente de paralizador: Chains of Fear.
 
 
Llegamos a la mitad del disco de la mano de «Eery Octopus». Un tema pausado, con un ritmo muy marcado gracias al trabajo de la batería, que va indicando en cada momento los tempos de la canción. El pulpo del título se sitúa, cómo no, en nuestra mente y es parte activa de la misma. Pero una parte negativa que impide, con sus tentáculos, que podamos pensar libremente o dar rienda suelta a lo que queremos hacer.

Una vez liberados de este pulpo, «Plastic crown» nos alienta a luchar contra las apariencias y ser nosotros mismos. Tenemos que intentar no doblegarnos, ni dejar de ser quiénes somos por, simplemente, ganar una corona de plástico. Esta corona sirve como clara metáfora de los arquetipos y la rigidez que en muchas ocasiones se nos pide adoptar ante la sociedad.

«Aces» es la canción con más ritmo de todo el disco, y la que más me ha recordado al rock y hard rock clásico, aunque con ese punto diferente que le dan los madrileños y, claro está, el uso de guturales en alguna parte de la canción. Sobre la letra, nos animan a emprender la búsqueda de nuestra mejor carta, de nuestro as… El reparto de la mano, de las cartas, puede hacer referencia a que nos dan unas cartas en la vida y que debemos jugarlas lo mejor posible, sacando el mayor provecho de las mismas.

«Whales» sirve para cerrar el trabajo. De nuevo, la voz que recuerda a Dolores junto con un ritmo cadencioso, que cierra el disco al igual que empezó: evolución hacia una voz de tono desgarrado, aunque sin llegar a la guturalidad de los temas anteriores. En este caso el mar es el contexto de la canción, en lo que entiendo como una lucha a la hora de elegir si descender lentamente hacia el fondo profundo del océano, cuando está todo perdido, o intentar un último esfuerzo por mantenernos en la superficie.

Nuestro estado mental, nuestra lucha por sacar adelante unas ideas y unas acciones que se ven, en ocasiones por la sociedad, el miedo o nosotros mismos atenazadas, es el hilo conductor de este más que interesante trabajo. Escucharlo con calma, estar atentos a los matices que se producen tanto en la música como en las letras y seguro que encontraréis un hueco en vuestra mente para disfrutar con Blue Mountains.

 
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