Crónica y fotografías por Pilaria Shephard

 

Casi parecía un augurio. El viento helado llegó a la Región de Murcia calando huesos y atravesando almas. Los meteorólogos hablaban de vientos del Norte, lejanos, casi cómo ecos, pero efectivos. Puede que incluso procedieran del Círculo polar ártico. Puede que esos vientos fueran propiciados por la llegada de  STAM1NA,  SKÁLMÖLD y  OMNIUM GATHERUM a España.
 
Era cinco de noviembre, la noche había absorbido la luz y la sala permanecía oscura, durmiente pero ansiosa. La Garaje Beat Club se encargaría de acoger a tres invitados de tierras lejanas. Algunos hablaban de vikingos, otros de músicos, otros, en cambio, prefierían llamarlos nórdicos. Sin embargo, no era una cuestión de etiquetas, sino de esencia, de vida. Soplos gélidos pero cálidos cuyos primeros protagonistas fueron STAM1NA.
 
 
 
STAM1NA alzó el vuelo desde el escenario hacia el cielo. «Viisi laukausta päähän» se encargó de dar rienda suelta a tal acto. Un vuelo en el que los fineses que cantan en suomi, lengua aborigen del norte de Europa, invitaron a todos a unirse. «Viisi laukausta päähän» presentaba, en el caso de nuevos, o saludaba, a los ya fans, un cóctel musical que resultaba curioso. Entre el thrash metal y con cierto sabor a rock urbano STAM1NA se abría camino entre los espíritus de la Garaje.

«Buenas noches, Murcia», saludaba Anti Hyyrynen (vocalista y guitarra) al público. Agradeció la presencia de todos y recordó que era la primera vez que tocaban en Murcia. Acto seguido «Pienet vihreät miehet» comenzaba a sonar e inundaba la Garaje. Una canción que resulta muy directa y donde Antti se dedica a gritar y cantar con rabia ciertas expresiones de la misma.

Con un grito muy blackmetalero y unas melodías de guitarras también muy del estilo sonaba «Panzerfaust«. Una pieza que nos hablaba del Panzerfaust, que según internet, hemos descubierto que era  un lanzagranadas antitanque de origen alemán que usaban los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

STAM1NA publicaron en 2016 su último trabajo, el sexto LP de su carrera, Elokuutio. Un álbum que vinieron a presentar en España y justifica la presencia de muchas de sus canciones en su setlist. Un setlist cuyo tercer tema era «Pala palalta» y que resultaba una auténtica delicia con sus constantes cambios de ritmos de la batería de Teppo Velin y las melodías de las guitarras de Antti y Pekka Olkkonnen.

 A pesar de la procedencia de STAM1NA nadie pondría en duda su sangre caliente, su cercanía y su sentido del humor. Como no podía ser de otro modo los fineses aprovecharon para decirnos qué palabras sabían del español entre ellas estaba ‘cerveza’, ‘buenas noches’ y poca cosa más. Pero bueno, se agradece su esfuerzo ya que muchos grupos no se molestan ni en aprender el saludo básico.

El calor penetraba los poros de nuestra piel y aunque en ese momento éramos poquitos, unas 30 personas, nadie echó en falta a nadie. STAM1NA demostró en qué consiste eso de la diversidad de influencias y variedad de sonidos. Con un patrón claro en su sonido, cada canción era un viaje distinto, una composición diferente que conseguía engancharte desde el primer riff hasta el último eco de los platillos.

«Paha arkkitehti» fue una auténtica descarga de adrenalina con la potencia del bajo de Kai-Pekka Kangasmäki  y la magia de los platillos de Teppo. Una descarga que traía cierto sabor a nostalgia ya que pertenece a su primer disco homónimo publicado en 2005. Como curiosidad la traducción del título es «El diablo arquitecto».

Con «Meidänkaltaisillemme» y «Kadonneet kolme sanaa» empezábamos a descender trágicamente no sin antes seguir disfrutando del teclado de Emil Lähteenmäki. Nuestro vuelo tocaba a su fin aunque aún parecía guardarnos unas últimas turbulencias…

Después de un discurso donde STAM1NA dio las gracias y aclamó a los cuatro vientos que amaban el heavy metal, dedicó su última canción a los presentes. «Kuudet raamit» fue la tormenta idónea para cerrar. Melodías, electricidad, magnetismo y sobre todo muchísima fuerza. Los fineses se despidieron con una sonrisa, con unos cuántos litros de sudor destilado y alzando el vuelo. Un vuelo hacia Islandia…

 
 
El vuelo proseguía y los gélidos vientos nos transportaron a una isla algo alejada de lo que muchos conocen como Península Escandinava. Islandia es una isla pequeña pero inmensamente rica en cuanto a historia y cultura se refiere. Muchos grupos se embarcan, casi como hicieron sus ancestros vikingos, para descubrir nuevos mundos. Uno de esos grupos era SKÁLMÖLD.
 
Sonaba una intro mística y etérea y mientras tanto uno a uno todos los integrantes de esta formación islandesa se apoderaron del escenario. No hacían falta presentaciones porque allí todos sabían quiénes eran.
 
Baldur Ragnarsson (sí, no puedo evitar pensar en Vikings al escribir este apellido), el guitarrista pelirrojo entró al escenario dejando claro cuál es uno de los cometidos en la banda: Gritar, gritar y gritar un poco más. Gritos que rozaban ya la locura en la primera canción llamada «Áras«.

 
 Me siento extraña. Es casi como si todo lo que he leído sobre esta cultura se me presentara de repente al comprobar que los apellidos que portan estos hombres son los mismos que un día llegaron a Islandia hace siglos. Pero bueno, volvamos.
 
El vocalista principal de  SKÁLMÖLD es Björgvin Sigurðsson, que también toca la guitarra, aunque uno de las grandes características de este grupo es que aquí «quién no canta es traidor», si jugamos con el famoso refrán. Todos los miembros cantaron mínimo una estrofa, no me refiero a los coros, y vaya, sí que ganaban en riqueza.
 
«Gleipnir» es el nombre que recibieron las cadenas con las que se consiguió apresar al lobo de la mitología nórdica Fenhrir. En dicho tema, donde hay un interesante pasaje de guitarras que protagonizaron Björgvin Sigurðsson, Baldur Ragnarsson y Þráinn Árni Baldvinsson, se habla de este episodio de la mitología nórdica.
 
«Buenas Murcia, es nuestra primera vez aquí», empezaba Björgvin, guitarra y principal vocalista. «Esta canción es de nuestro último álbum y se llama «Múspellsheimur«. Aunque como anotación en el tracklist del disco Vögguvísur Yggdrasils podéis encontrarla con el nombre de «Múspell«.  «Múspellsheimir» se fue desarrollando con perfecta armonía, marcados ritmos de la batería de Jón Geir Jóhannsson y con unos riffs tremendamente contundentes. Además, se podía saborear un claro componente de black metal tanto en las voces de Baldur como en las propias melodías.
 
«Venimos de Islandia» explicaba Björgvin y a pesar de que en esta crónica no se traducen, ni anotan todos los comentarios de los grupos es necesario remarcar que me sorprendió la actitud dinámica, cercana y cálida de los nórdicos. Y sí, podéis tacharme de prejuiciosa, pero el cambio de mentalidad es una obviedad y todos los grupos del Círculo polar ártico nos dejaron encantados con su cercanía y calor. Quién lo diría.
 
Una voz cavernosa y grave nos traía «Niflheimur«, cuya traducción no hemos encontrado. Pero, no importa, no hacía falta conocer el significado de cada palabra de «Niflheimur» para saber que el tema tratado era imponente, místico y atmosférico. Una canción cargada de pasajes instrumentales que te alejaba de la Garaje y te llevaba directamente ante el mismísimo Yggdrassil (árbol que guarda los nueve mundos de la mitología nórdica).

 
 «Narfi» nos contaba una historia poco conocida de esta mitología que habla de Narfi, que según internet, era el padre de Nótt e hijo de Loki y Sigyn. Personaje que tuvo que pagar el pato por los crímenes de su padre, fue asesinado. Pero ahí no queda el asunto, emplearon sus entrañas para mantener preso a Loki hasta el día de Ragnarök (algo así como el juicio final). Una historia acompañada de una música interesante con riffs potentes y mucho pasaje instrumental. Una delicia.
 
Vientos helados y cálidos riffs hacían ondear las melenas de los presentes, insuflaban al espíritu de misticismo y provocaban movimientos espontáneos que consistían en la elevación de las manos que al final proferían distintos gestos (cuernos, puños…). Vientos helados que también traían una canción nueva. Un aire mucho más profundo y cuya intro suena completamente a black metal. «Höndin sem veggina klórar» se publicó hace tres semanas y me gustó gratamente porque  SKÁLMÖLD es un grupo en constante evolución que a pesar de la entrada de nuevos matices y sonidos no pierde su  esencia primigenia.
 
Unos ecos lejanos iniciaban «Himinhrjóður«, alguien parece estar matando a alguna bestia o mamífero. Las espadas se entrecuzan y finalmente el animal muere. La lluvia da paso al silencio y el silencio a «Miðgarðsormur«. Ambas pertenecen al álbum de 2012 Börn Loka, un trabajo conceptual que narra como el vikingo Hilmar Baldursson y su hija Brynhildur luchan contra los hijos de Loki. Pero dejando a un lado la historia, nos hallamos ante una canción mucha más veloz y potente, casi nos recuerda al Thrash Metal.
 
De vez en cuando los nórdicos bromeaban y entre broma, y broma, entre interacción e interacción, y entre pieza musical y pieza musical la noche ya se había apoderado de la Garaje aunque poco quedaba de ella. Ya nadie parecía pensar en aquella sala de música, ya nadie contemplaba las cuatro paredes. Los cuerpos de los presentes sí, se ubicaban en Murcia pero ¿y sus almas? La vorágine de temas y sobre todo, la articulada atmósfera los había trasladado en el espacio y también en el tiempo.
 
«Með drekum» y «Með fuglum» trasladaban, como en la portada, vía mar el disco Með vættum de 2014. El primero pesado, intenso, y completamente marcado por la batería de Jón Geir. El segundo mucho más guitarrero, con el increíble bajo de Snæbjörn Ragnarsson muy presente. Mención especial a los teclados de Gunnar Ben que suponen un punto clave en la música de los islandeses, por no hablar de su estupenda voz. Maravillosa, profunda e intensa.

 
 
El último disco de  SKÁLMÖLD volvía a alzarse, a protagonizar la noche. En esa ocasión fue con «Niðavellir«, cuyo lyric video aprovecho para decir que es bastante original. Pero el final se acercaba aunque no podía faltar «Að vetri«, una pequeña oda a la nieve y al frío del país del que proceden y del Norte en general.
 
Una hermosa melodía resonaba en nuestras mentes; y en la Garaje, sala que por cierto aumentó su número de asistentes con la actuación de los islandeses, y poco a poco los instrumentos eléctricos fueron acompañándola. «Kvaðning» iba cogiendo fuerza conforme se sucedía y velocidad, mucha velocidad. Y es que una actuación de un grupo con estos sonidos no puede terminar sin el baile pertinente. Un baile ezquizofrénico, feliz, de esos que te quitan las preocupaciones de golpe y porrazo.
 
«Muchas gracias por este show. Esta última canción ha sido para vosotros de nuestro primer disco. Gracias por todo porque sin vosotros no sería posible», con estas palabras se despedía Björgvin del público. La música desapareció y bajo nuestros pies estaba el suelo murciano, ya no quedaba nada de aquel viaje lejano, solo un eco persistente. Un eco del Norte.
 
Una preciosa intro empezó a escucharse dentro de la sala. La magia que la inunda era palpable, casi  se podía respirar. Una magia que envolvía a todo aquel que le permitía el lujo de adentrarse en sus mecanismos y en lo más profundo de su ser. «Luoto«, mágica, sin más.
 
De repente, la paz se hizo añicos y la fuerza más profunda del ser humano se abrió camino usando como arma «The Pit«. La música emocionaba a los presentes, hacía gritar con ansia a aquellos que conocían cada letra de la canción y provocaba eternos movimientos de cabeza. OMNIUM GATHERUM habían aterrizado en Murcia para privilegio de muchos.
 
«Muchas gracias, Murcia», así saludaba Jukka Pelkonen a los murcianos que se acercaron hasta la Garaje para verlos y es motivo de orgullo decir que no fueron pocos. De hecho, cabe destacar que en esta ocasión solo visitaron Madrid, Murcia y Barcelona. Todo un privilegio.

 
 
«Skyline» comenzaba con los marcados platillos de la batería de Tuomo Latvala y con el sonido magistral del teclado de Aaapo Koivisto. Un sonido fundamental que funciona como columna vertebral de la música de OMNIUM GATHERUM y que siendo sencillos, resulta agradable.
 
«Por favor, podéis estas más cerca. Acercaos, acercaos», Jukka solicitaba la cercanía de un público que respetaba la primera fila y aún así disfrutamos de un concierto personal y privado donde no es que hubieran cuatro gatos pero tampoco 400. En definitiva, estuvimos cómodos y con un espacio personal mínimo para poder moverse, respirar y contemplar el concierto sin ser molestado por otras cabezas.
 
«New Dynamic» fue un tema coreado y aplaudido, puede que en parte gracias a las interesantes melodías del teclado que eran acompañadas por las guitarras de Markus Vanhala y Joonas Koto, o puede que lo fuera porque sonaba increíblemente bien. Una vez más el sonido de la Garaje se comportó y con creces.

 
 
Jukka iba de un lado a otro, en frenético movimiento, saludando, sonriendo, bailando, guiñando ojos y todo lo que fuera necesario para animar al público y resultar completamente encantador. Conversaba, saludaba, presentaba, vamos, un frontman de pies a cabeza.
 
Uniformados como iban era difícil no reconocer a los miembros de OMNIUM GATHERUM. Las camisas negras con el correspondiente logo estampado eran el uniforme de trabajo. «Nightwalkers«, canción de su penúltimo disco Beyond de 2014, proseguía muy en la línea de los fineses. Un grupo que a diferencia de sus compatriotas sí cantan en inglés. Aunque esa no es la única diferencia ya que los OG practican un death metal muy melódico con interesantes tintes progresivos.
 
Sin embargo, «Frontiers» pertenece al último, al Grey Heavens de 2016. Un tema muy reflexivo y profundo cuya letra reflexiona sobre el tiempo, la realidad y el caos de cada uno. Con otro sentido aunque en la misma línea de profundidad, estaba «Formidable» y su reflexión sobre la luz, la oscuridad y el papel de ambas en la vida de cada uno.
 
Nos trasladamos a 2008 con «Nail» y con otro sabor de OG que denota cierta evolución en su sonido y su desarrollo musical. Con una presencia distinta de las guitarras y con un ritmo distinto sonó y nos acunó en el viaje introspectivo que cada uno estaba llevando a cabo esa noche. Un viaje a lo más profundo del ser y cuyo guía era el trance provocado por los fineses.

 
 
Pero el viaje debía continuar, aunque aún quedaban varias paradas. Las siguientes fueron «The Unknowing» y «The Sonic Sign«, ambas en 2014. Fue en una de estas canciones donde Jukka pidió al público que alzara las manos al aire. Escena que me recordó a uno de los momentos del concierto de Equilibrium el pasado año en Madrid.
 
Todo tocaba a su fin. «New World Shadows» así lo expresaba, y con mucha felicidad plasmada en el rostro los fans aplaudieron esa elección. No la del final, sino la de la canción. Porque cuando OG abandonaron el escenario todo el mundo se quedó en su sitio aguardando algo más. Y así fue.
 
«Ego» también del disco New World Shadows dio rienda suelta a la energía del bajo de Erkki Silvennoinen. Una vez más los guturales de Jukka sonaron a la perfección y de repente la música se acabó. La pantalla blanca de la Garaje, que funciona como telón, hizo acto de presencia y el escenario desapareció. Pero por algún motivo ese aire helado permaneció en la Sala. Una sala donde más de uno pudo sentir en sus entrañas lo que es vivir en el Círculo polar ártico.