Un miércoles recién terminados los fastos navideños no parece el día más apropiado para programar un concierto, pero las giras internacionales a veces tienen esos caprichos y el 17 de enero encaminamos nuestros pasos al Teatro Barceló (el templo hiperpijo de Madrid conocido como Pachá hasta hace poco tiempo), sala en la que hasta la fecha hemos podido encontrar la tarifa más cara para los incautos asistentes al concierto que se acercaran a la barra a tomar una cerveza: tercio de Mahou cinco estrellas, servido en un fantástico vaso de plástico, al impresentable precio de ¡cinco pavazos!.
Una vez dejada clara mi opinión sobre este tipo de recintos en los que en todo momento se hace palpable la presencia de numerosos elementos de seguridad con traje, corbata y pinganillo, vayamos a lo que más nos interesa que es la música.
La gente de Route Resurrection, además de tratar a los medios con una gran profesionalidad y amabilidad, están sabiendo organizar conciertos cuidando cada detalle, y eso fue sin duda contar para abrir la tarde noche con una banda local como AGAINST THE WAVES, que si bien contaron con un sonido bastante lamentable durante toda su actuación, supieron aprovechar el factor cancha y poner a saltar a la mayoría del público.
Ya que mencionamos al público, destacar que la mayoría de asistentes eran chicos y chicas muy jóvenes, lo cual nos satisfizo enormemente. Y es que comprobar que el futuro del rock está asegurado más allá de las radiofórmulas, a los que venimos del siglo pasado nos mola y mucho.
Durante los alrededor de cuarenta minutos de actuación, AGAINST THE WAVES mostraron toda la energía que tienen dentro, destacando sobre todo para mí algunos de los temas de su hasta ahora último disco, Borealis, como es el caso del single Lost in the Fire que un público entregado desde el principio no dejó de corear.
A continuación venía el turno de los primeros británicos de la noche: ROLO TOMASSI. Su actuación fue la que menos motivó al personal, si bien hay que decir que el sonido mejoró levemente respecto de la banda anterior y que los componentes de la formación demostraron desde el primer momento su calidad instrumental. Mención aparte merece Eva Spence, la vocalista del grupo y auténtico espectáculo sobre el escenario, tanto con su versatilidad vocal como con sus movimientos electrizantes.
Tocar después de un grupo local y antes del cabeza de cartel es un riesgo y más si tu banda es poco conocida en el país en el que tocas y tu apuesta es tan peculiar como la de los de Sheffield, pero hay que reconocer que supieron mantener la actitud y atraer la atención de un público demasiado expectante ante lo que estaba por venir.
A la hora prevista suena la intro que anuncia la llegada de las grandes estrellas de la noche, y los miembros de la banda van apareciendo sobre el escenario: es el momento de disfrutar a lo grande con WHILE SHE SLEEPS.
Desde el comienzo queda claro que estamos ante uno de los estandartes actuales del metal británico, y también que la fiesta va a ser de las que no se olvidan y es que prácticamente desde el primer tema los pogos, saltos desde el escenario y circle pits son casi continuos y el que más participa en toda la juerga es sin duda Loz, cantante y frontman de los británicos que incluso en un par de ocasiones llegó hasta la tribuna del recinto trepando sobre las cabezas de la gente para deleite y locura general del respetable.
Si se pudiera describir la actuación con una sola palabra esta sería sin duda energía. Desde el comienzo hasta el último acorde del concierto el escenario fue una fuente de energía inagotable que se transmitía desde cada uno de los músicos hasta el último espectador, consiguiendo momentos inolvidables de comunión entre la banda y el público, ya fuera desde las tablas o mezclándose con la gente en la pista sin dejar de tocar o cantar.
Fue un verdadero placer disfrutar de una banda brutal y joven, y más aun ver a un público todavía más joven saltando, coreando cada una de las canciones y disfrutando al máximo de una música que por más que se empeñen siempre estará ahí, y bandas como WSS lo demuestran llenando salas como en esta ocasión en Madrid.
Temas como Four Walls o Silence Speaks pusieron a las casi mil gargantas reunidas en el recinto a cantar al unísono, algo igual de impresionante al menos que la sensación que se siente al notar todo el suelo vibrando por los saltos de la gente.
Tras poco más de una hora, y con el escenario abarrotado de público mientras la banda no dejaba de tocar (y los tipos de seguridad bastante agobiados por la situación e intentando parar un río con las manos), finalizaba uno de los conciertos más memorables que este redactor ha podido ver en los últimos tiempos. Un diez en actitud y ejecución para estos británicos que espero sigan dando que hablar, y mucho. Afortunadamente, tanto por bandas así como por el público tan joven que pudimos ver, hay esperanza para el metal.