Texto por Pif
Fotografías por Bruno CR
 
 
Un clima frío, oscuro y lluvioso fue con el que recibió la capital de Galicia el pasado domingo once de marzo a las bandasBLACK LABEL SOCIETY, con el mítico Zakk Wylde a la cabeza presentando su último trabajo Grimmest Hits, y MONOLORD, banda sueca de estilo stoner/doom que acompaña a los americanos en este tour europeo que llegaba a Santiago de Compostela, en esta ocasión con el cartel de “no hay entradas” en la taquilla, y de la mano de Route Resurrection y Bring The Noise dentro de la gira por nuestro país.
 
La apertura de puertas estaba prevista para las 19:30 y para esa misma hora ya era visible la cola formada en la puerta con una longitud que daba la vuelta a la esquina de la manzana. En esa misma cola se podían observar caras conocidas, caras nuevas, caras de miembros de bandas, caras de que la gente en Galicia no está tan acostumbrada a la lluvia como nos pensamos… En definitiva, sold outcolgado en la taquilla, la plana mayor de los heavies gallegos presente y la noche, como el tiempo prometía, presentaba tormenta.  
 
La primera banda, los suecos MONOLORD, tocaron su primera nota acompañando al primer segundo que marcaba las 20:00. Puntuales, conscientes del poco tiempo del que podían disfrutar y listos para aprovecharlo, el trío salió con un set de luces casi inapreciable para no dejar ver el equipo tapado por telas negras que ocupaba gran parte del escenario, y un sonido que comenzó titubeante, pero que en el segundo tema ya se acaloró, dejó claro de que todavía lo estaban probando y se estaba calentando.
 
El grupo formado por el guitarrista y cantante Thomas V. Jäger, el bajista Mika Häkki y Esbem Willems a la batería, estaba dando buenas dosis de un stoner casi tan oscuro como el escenario pero que podía llegar a resultar bastante soso e incluso aburrido para aquellos poco acostumbrados al género. Y digo “podía llegar” porque nunca llegó, no les dio tiempo. En cuando nos dimos cuenta y en menos de treinta minutos, MONOLORD habían agotado su tiempo en escena y nos dejaban a algunos con ganas de ver si podían ofrecer algo más y a otros con cara de alivio porque se acercaba el momento cumbre de la noche, tendremos que esperar al Resurrection Fest para ver de qué son capaces los nórdicos.


 
Tras la corta actuación, y conociendo los horarios del evento, se intuía un largo parón entre bandas que, siempre fieles al ambiente y al dicho “allá donde fueres, haz lo que vieres”, aprovechamos para tomar algún refrigerio con las muchas caras conocidas que por allí pululaban, vaciar el depósito pre-concierto, fumar e ir cogiendo sitio entre aquella marabunta de gente que intentaba hacer lo mismo, pues para lo que iba a venir a continuación era necesario estar preparado.
 
El show comenzó por todo lo alto con el sobresalto de toda la sala cuando los cañones de CO2, con una potencia poco habitual en recintos cerrados, el confeti, los juegos de luces y los primeros acordes de Genocide Junkies despertaron al personal y dieron comienzo a lo que fue una fiesta de unas dos horas hasta el final. En el escenario se dejaban ver, ahora sin telas que los cubrieran, las dos grandes paredes de amplis con la batería de Jeff Fabb en el medio y una plataforma en el frontal para que el señor Wylde se subiera y se le viera bien, como es pequeño…
 
La fiesta había comenzado, los temas se iban sucediendo y canciones como Funerall Bell o Bleed for Me ya nos dejaban entrever que no iba a ser el típico concierto-presentación de álbum en el que la banda toca el último trabajo del tirón y listo. Sonaron temas de casi todos sus discos y la verdad es que eso el público siempre lo agradece. Tras otro clásico como Suicide Messiah en la cual pudimos ver a uno de los miembros de la crew acompañando con un megáfono a las voces en los estribillos, además de varias ráfagas más de CO2 para levantar a un público que ya empezaba a llegar al clímax, y el concierto acababa de empezar.


 
Con la gente ya en el bolsillo era momento para presentar el nuevo trabajo Grimmest Hits, un gran disco en general y del que pudimos escuchar Trampled Down Below, All That Once Shined donde se presentó a la banda, y Room of Nightmares para, acto seguido, bajar un poco las revoluciones y dar paso al piano, donde primero se colocó Darío Lorina para Bridge to Cross y a continuación Zakk Wylde para el momento emotivo de la noche con In This River y su eterno homenaje a Dimebag Darrell.

Para ese preciso momento cayeron dos lonas por delante de los muros de amplis con imágenes del fallecido guitarrista de PANTERA que, junto al sonido y la iluminación, casi consiguen sacar alguna lagrimilla entre todo el aquelarre de hombres y mujeres que allí se encontraban y que se podría pensar que eran más duros que la tormenta que arreciaba en la calle. 


 
Seguimos disfrutando del concierto mientras sonaban The Blessed Hellride y A Love Unreal, maravillosa canción del último disco de los americanos tras la cual se iba acercando la hora del final del show. Y para eso no preparamos con una última visita a la barra (o penúltima) mientras sonaba Fire it Up y el señor Zakk Wylde comenzaba con su ya mítico solo de guitarra. Y ahí fue cuando saltó la sorpresa del respetable y el carismático cantante de Jersey bajó del escenario y comenzó a pasear entre el público mientras seguía tocando.

Hasta ahí todo correcto, todo parecía medio normal. Lo sorprendente fue cuando, no contento con su paseo, Zakk continuó su viaje, tanto musical como parte del espectáculo y siempre acompañado por varios técnicos de su equipo, siguió primero hacia la parte de atrás de la sala, pasando por las puertas, subiendo al primer piso y saliendo a uno de los palcos a continuar con su solo desde un balcón por encima del público.
 
Eso sería fácil con un inalámbrico, pero Zakk Wylde es un tío duro y se hizo todo el recorrido ¡con el mismo cable! Mientras el frontman favorito de los allí presentes en aquel momento volvía al escenario, casi quince minutos después, la gente del recinto se volvía loca, se notaba que se lo estaban pasando en grande, tanto banda como público, y eso se respiraba en el ambiente y contribuía a la fiesta.


 
Para poner el cierre a esa impresionante velada de heavy metal dos clásicos de la banda: “Concrete Jungle” y “Stillborn” pusieron un final apoteósico a uno de los mejores conciertos de metal visto en los últimos tiempos en la capital gallega. Ahora ya solo faltaba buscar a los que no trabajaban al día siguiente de mañana, reunirlos e irnos a cerrar algún bar porque después de este concierto, os aseguro, que irse para casa hubo de ser toda una hazaña.