El 13 de febrero de 1970 todo cambió. Para siempre. BLACK SABBATH, una banda británica formada en 1968, debutaba con su álbum homónimo. Y desde ese momento, todo fue distinto. Considerado como el génesis del heavy metal, Ozzy Osbourne, Bill Ward, Geezer Butler y Tony Iommi hicieron y cambiaron la historia de la música popular. Tal vez sin quererlo.
En una época donde se estilaba el folk, el rock progresivo o psicodélico y la música relacionada con el movimiento “hippie” y “flower power”, BLACK SABBATH dio un puñetazo encima de la mesa entregando un álbum sombrío, oscuro, denso, cenagoso y, por qué no decirlo, satánico y ocultista. La grabación de este álbum fue todo un hito dentro de la música. Y por varias razones.
Una de ellas, su sonido. Tommy Iommi, con 17 años, trabajaba en una fábrica de metalurgia, cortando y preparando láminas de metal. Sufrió un accidente con una cortadora, que le hizo perder dos falanges de una de sus manos. Todo indicaba en ese momento que su afición por la música y la guitarra se vería truncada, pero nada más lejos de la realidad. Tommy se las ingenió para colocar unas prótesis en sus dedos para poder seguir tocando la guitarra. Ello, unido a varios “trucos”, como el de aflojar las cuerdas o usar un gramaje más bajo, hizo que la afinación fuera más grave y sus riffs sonasen mastodónticos y pesados.
Otro de los culpables fue su bajista, Geezer Butler, que en un ensayo, tocó un trozo de Marte, el primer movimiento de la suite Los Planetas, de Gustav Holst. El llamado tritono, una progresión armónica conocida como intervalo del diablo, diabolus in música, hizo inspirarse a Tony. Desde los tiempos oscuros de la Edad Media, esta progresión se asociaba a la oscuridad, la maldad y las acciones del Príncipe de las Tinieblas.
Ozzy por su lado, también tuvo responsabilidad debido a las letras del álbum. El tema que abre el disco está considerado como el primer tema que habla del satanismo y del ocultismo sin pudor y abiertamente, sin florituras ni rodeos. Por su sonido, lírica y composición, está considerada como la primera canción de heavy metal de la historia, aunque también es cierto que hay otros especialistas que creen que es algo anterior. Blue Cheer o Coven estaban un par de años antes haciendo algo parecido, aunque lejos del sonido lúgubre y cadente de BLACK SABBATH.
Aunque no se tenía intención de grabar el disco, según el propio Ozzy, su mánager, Jim Simpson, les había conseguido una semana de conciertos en Zúrich como banda residente. Aprovechando esta tesitura, Jim les ofreció la posibilidad a la banda de pasar por el estudio Regent Sound, en Soho, por si querían grabar unos cuantos temas con el productor Rodger Bain y su ingeniero de sonido, Tom Allom. Grabado en directo, en cuestión de 12 horas, BLACK SABBATH había facturado el primer disco de heavy metal de la historia. Ni escucharon la mezcla final del disco ni vieron la portada. Era lo de menos.
En definitiva, un disco que siempre ha estado rodeado de mitos y leyendas, aunque muchas de ellas han ido siendo desmentidas por los propios integrantes de la banda. De lo que no hay duda es que ese 13 de febrero de 1970, todo cambió. Un álbum absolutamente imprescindible para comprender la música popular (y concretamente del género ‘heavy’) de las últimas 5 décadas.