Por Jesús Beades
Fotografías de Lolo Vasco
El rock ha muerto, nos dicen. Viva el reggaeton, proclaman. Los ritmos machacones, los samplers y ruedas de cuatro acordes han venido para quedarse. Ya no hay ni una mísera guitarra eléctrica en el top ten de los billboards, ni de Los 40 Principales. El mundo de la música comercial y popular se desarrolla en los smartphones de nuestros enfurruñados adolescentes –valga la redundancia–, durante los quince segundos de un vídeo de Tik Tok. Ahí reside el estrellato, ahí toda la gloria de la fama. El otro día descubrí que a mi hijo mayor (13) le gustaba una buena canción de pop-rock (no me acuerdo cuál, pero tampoco es que fuera Jimi Hendrix; serían los Stone Temple Pilots), porque se había puesto de moda en un reto-meme-lo-que-sea. Dice Jaime Altozano que, según las estadísticas de Amazon, año tras año cae la venta de guitarras eléctricas como regalo navideño. Incluso el Motomami de Rosalía (una genialidad, por otro lado) carece de guitarra flamenca. La bulería, único palo flamenco del disco, está acompañada con unos beats sampleados. Ahí es ‘ná’.
La resistencia
Sin embargo (admítanlo, sabían ustedes que venía ahora un sin embargo) todavía lucha la resistencia. En los polígonos, en garajes con cartones de huevos en las paredes y bicis elípticas arrinconadas, en locales alquilados por horas en naves industriales, un silencioso ejército de hombres y mujeres se afana en mantener viva la llama del rock. Además, con el desarrollo de la informática musical doméstica, cada vez más personas pueden dar a conocer sus canciones en las redes sociales sin pasar por caja en un estudio. ARCOSEGUNDO nace como la necesidad de darle mecha, gasolina y kilovatios a las canciones de Fernando Lorente. Se marca un Carlos Goñi con Revolver y se pone nombre de grupo y no el suyo artístico, en un gesto de sencillez y bonhomía que le retrata, desde luego. Quien haya escuchado en un escenario –o en la calle – a Fernando Lorente sabe que es todo corazón y humildad, sencillez pura sin vanidades. Joaquín Sabina dice que todos los grupos son un cantautor y tres más, menos los Beatles, que eran dos cantautores y dos más. Aparte de la patadita a Harrison, tiene mucha razón Sabina. Lorente es el cantautor (esta vez no cansautor) de ARCOSEGUNDO. Y ARCOSEGUNDO es una banda formidable, perfectamente engrasada y con el poderío necesario para hacer que unas melodías cantautorescas suenen a The Band o a M-Clan.
Banda ancha
Pablo Gutiérrez al bajo, Manuel Fernández a la guitarra solista y José Antonio Poyatos a la batería son el armazón de acero inolvidable que sostiene las canciones que Fernando interpreta a la acústica o a la eléctrica rítmica. Son, como cuarteto, de esas bandas que ensanchan el sonido y a veces te resulta increíble no ver tres o cuatro músicos más en el escenario. Uno, que ha tenido el privilegio de conocer el nacimiento y desarrollo de este proyecto, advierte a la primera escucha que ha madurado su sonido, ahora más compacto y potente. Se advierte un ingente trabajo de local de ensayo, con el primor y la dedicación que solo se ponen en proyectos vocacionales a fondo perdido. Las guitarras de Manuel Fernández –«Manolo Rock»– han añadido quilates al sonido, unas texturas no por cañeras menos limpias, pero con trazas de rock duro de los 70. Solos mucho más libres y desinhibidos que en el disco Alas de alquitrán (2017), segundo de la banda y último hasta la fecha, con excepción de algunos lanzamientos de singles. Además, la segunda voz de Manolo le otorga a la voz de Lorente un brillo mayor, y unos matices armónicos que enriquecen la parte vocal, como dorada cobertura omnipresente. Su interpretación esa noche fue uno de las aspectos más aplaudidos por el público. No lo fueron menos las baterías de Poyatos, con una firmeza y estabilidad de reloj suizo que da alas a la banda, y a la vez un despliegue de virtuosismo discreto que ya quisieran para sí grupos más famosos de la escena española. Pablo Gutiérrez, con su imperturbable seriedad de bajista clásico, también aportó voces e hilvanó con Poyatos, como dúo empastado y entendiéndose bien ambos, de la rotundidad que nos gusta encontrar en directo: graves presentes pero discretos, estructura sólida que nos transporta a donde quieran.
Qué noche la de aquel día
Es ARCOSEGUNDO una banda con club de fans, siempre fervorosos. Había cola en las puertas de la sevillana Fun Club desde bastante antes de la apertura de puertas, y la sala se puso a reventar, con unas primeras filas participativas, bailongas y que pedían las canciones por su nombre (o por su número en el disco: «¡La siete!»).
El show comenzó, bajo luces rojas y humo en el escenario, con una intro sampleada a cargo de Pablo, que luego introdujo líneas de bajo, con Poyatos añadiendo un ritmo sostenido, que hicieron que el sonido ambiental se transformara un tanto en U2. Tras unos minutos aparece Manolo, que añade acordes a esta cama; y, por fin, Fernando, luciendo camisa y tirantes, y aclamado por el público. Este clímax creciente desemboca en la primera canción, Dentro de tu espejo, a la que siguieron Frankenstein, El incendio y Tú me sabes. El primer punto álgido de la noche viene con su éxito Villa 21, que canta el público de principio a fin. Una melodía que tiene mucho de triste o de agridulce pero cuyo sonido en directo consiguieron que tuviera un peso a lo Eric Clapton en Blind Faith. Después de Nueva tempestad y Dame tu sonrisa llegaron otros dos hits, también cantados por todo el público: Tu normalidad y Solo queda el mar, canción esta que dedicaron a un amigo fallecido.
Cerraron la primera parte del show con la inédita Desayuno con amianto, de corte tequilero o Fitipaldis, y la movida, buenrrollera, y muy bailada por todos, Arcosegundo, canción homónima de la banda perteneciente a su primer disco Bumerán (2014), que tiene un aire a los Stones, y que dejó en alto el final del pase, mientras se retiraban unos minutos.
El segundo pase comenzó con Lorente solo en el escenario con su acústica cantando Saltaré, pieza que no se firmó como ARCOSEGUNDO en su momento sino en una colección de canciones para un proyecto de cuentacuentos titulada El banquete de Alicia. Con esto pareció recordarnos el origen cantautoril de este concierto, y la importancia que tiene para él la desnudez y la simplicidad. No en vano publicó un disco con guitarra acústica y voz, titulado Calle y combate, evocando sus bolos callejeros en distintas ciudades de España. Manolo se le une entonces para hacer una segunda voz en Benfica, y ya regresa el resto de la banda para interpretar, en una vertiginosa recta final –público saltando como si fueran Mago de Oz– el single de 2019 Mafalda y, de nuevo de su primer disco, Teatro de lo incierto y El gran fraude.
Fernando anuncia a un público inconsolable que se tienen que marchar porque llega la hora tope de la sala, pero como los gritos de «otra, otra» no cesan, se arrancan de nuevo con un bis de Arcosegundo, en un paroxismo de entusiasmo y bailoteo. Una gran noche con una gran banda. El rock no ha muerto, ¡viva el rock!