Por Rafa González
Fotografías: Jara Solís
En cuanto recibí la noticia de que BRUJERÍA volvía a España, y más concretamente, a Sevilla, vinieron a mí ráfagas de recuerdos de cuatro años atrás, cuando decidí ir a verlos sin importarme el imponente examen que tenía al día siguiente en la universidad. Suspendí la asignatura, pero mereció la pena. Hoy recuerdo con mucha más fuerza aquel bolo que cualquier tarde de estudio: El público fumaba lo que le daba la gana dentro de la sala, al igual que la banda; la gente se subía al escenario y luego saltaba; Juan Brujo pedía droga a todos los presentes… Se formó un ambiente que evocaba a tiempos pasados donde todo era más salvaje y puro. (Te dejamos una crónica de ese día en este enlace para que no te lo pierdas).
Con la esperanza -que no el requisito- de repetir la experiencia vivida en 2018 acudimos muchos en esta ocasión a la misma sala que la otra vez, la Sala Fanatic. Sin embargo no todo fue igual, empezando por la banda invitada. Donde cuatro años atrás teloneaban RATOS DE PORAO, una legendaria formación hardcore punk brasileña, teloneaba ahora EL SANTO, una novel banda local.
A pesar de que al empezar los invitados la sala estaba ya muy llena, el público se encontraba un poco inactivo para el tipo de música que sonaba. EL SANTO hace un hardcore que roza el nu metal. Es constantemente groovie y hay breakdowns a punta pala. Tienen buenos ritmos revienta-cuellos afinados muy bajos que demuestran cómo el hardcore y el doom pueden tener su similitud. Es curiosa la diferencia entre lo que llamamos “hardcore punk” y lo que llamamos “hardcore” a secas. Grupos como DISCHARGE o BAD BRAINS jamás evocarían nada cercano al doom metal.
Las pintas de la banda son acorde a su estilo: camisetas de tirantes, look desaliñado, etc. Lo que más se sale del molde es el cantante, que alterna melodías más punkarras o raperillas con voces guturales que llegan hasta el pig squeal. Aparte, también se escuchó un canto más suave y sentimental, proveniente del batería en el tema Otros tiempos. Les quedó muy bien.
A mitad del concierto organizaron un wall of death al que solo nos atrevimos a entrar unos ocho. A pesar de esto, se escuchaban aplausos y vítores de los asistentes entre canción y canción. También hubo bastante headbang, como se pudo ver en la canción Cállate; y en Bulla, algo de coreo por parte del público. Finalmente el mosh pit se reabrió con la última canción: Nueva Realidad.
Después de una pausa extensa, BRUJERÍA empieza con Raza Odiada (Pito Wilson) con el ambiente bien caldeado. En la segunda canción, Colas de Rata, ya empieza el mosh, y esta vez sí es numeroso. Para esta ocasión, al contrario que en 2018, trajeron al Pinche Peach, un animador que entretiene a los asistentes con sus palabras y gestos y que hace coros. Una pena que no estuviera en esta gira Shane Embury a las cuatro cuerdas.
Siempre me ha encantado su puesta en escena. Las usuales pintas de narco con las bandanas agujereadas cubriendo boca y nariz vinieron esta vez acompañadas de atrezzo: una gran bandera de México con una cabeza decapitada clavada en lo alto. Van de sicarios, tienen ritmos de tono militar y hacen poses de soldado, pero cuando hacen pausas entre canción y canción bromean y ponen canciones infantiles.
Creo que la mayoría sabíamos de antemano el estado de la voz de Juan el Brujo, que no es el óptimo, pero tiene mucha personalidad y parece haber mejorado desde 2018; así como los guturales del segundo cantante, el Sangrón, que se salió en Ángel de la Frontera. Por otro lado, la instrumental fue excelente. La guitarra tiene ese sonido hiper sucio como a chatarra (en el mejor de los sentidos) mientras el bajo y el bombo impactan duramente en el pecho de los presentes.
Todo el mundo aplaudió temazos míticos como Echando Chingasos, La Ley de Plomo o División del Norte, que es perfecta para el headbang. Sonó también Consejos Narcos, que es una canción muy buena para los directos porque es muy proclive al coreo, pero que me parece peor que otras que no tocaron, como El Patrón, Padre Nuestro o Primer Meco. Pero bueno, contento de que nunca se les olvide Matando Güeros, tema para el que sacan los machetes y el Pinche Peach juega con la cabeza decapitada que mencioné antes.
Como conclusión, disfruté mucho del show, pero si lo comparara con el de 2018 tendría un halago y varios reproches: Las voces sonaron esta vez mejor, pero, a pesar de que las entradas eran dos euros más caras, la banda invitada era mucho menos especial que RATOS DE PORAO y tocaron tres canciones menos: Desperado, Satongo y Viva Presidente Trump. A eso se suma el hecho de que el público en esta ocasión fue más tranquilo. Nadie se subió al escenario y nadie, aparte de algunos de los miembros de BRUJERÍA, fumó dentro de la sala. Lo que sí se repitió fue lo de pedirle marihuana al público.