Por Enrique Jover
SÔBER llegaba a Córdoba el sábado 10 de diciembre para dar su último concierto del año. Los madrileños llevaban desde 2018 sin pisar tierras cordobesas y por ello, las ganas de verles de nuevo eran muchas. En esta ocasión venían a presentar su último esfuerzo discográfico Elegía, aunque obviamente sin olvidarse de tocar algunos de los temas más conocidos de su extensa discografía.
A la sala M100 de Córdoba no vinieron solos, ya que venían acompañados de ROMEO, que tuvieron la labor de ser los teloneros.
El sonido de la sala fue bastante bueno. Bastaba entrar a la sala y escuchar a ROMEO para ya sentirse embriagado de un sonido melódico y potente de lo más cautivador.
ROMEO es una banda quizá no tan conocida por el gran público, pero que evidenció que tal hecho era una injusticia. La banda de origen murciano suena de lujo y por sonido poco tienen que envidiar a los más grandes y clásicos, sobre todo en directo. Desde luego dejaron una gran impresión en los que no los conocíamos tanto, que la verdad es que vamos algo tarde porque esta banda lleva recorriendo escenarios y sacando material desde hace casi dos décadas. Indudablemente su sonido en directo engancha.
Canciones como las que tocaron desde el inicio son una buena carta de presentación de su sonido. Un ejemplo de ello fue Malas Artes, tema en cierto modo tranquilo pero no exento de un buen solo de guitarra ejecutado por Dany DDP. Tampoco hay que olvidar mencionar la hipnotizante y particular voz de José Cabrera, que también estaba a la guitarra.
Luego le tocó el turno a Salto de Fe, un tema cargado de fuerza y energía con la inestimable participación activa en los coros del bajista de la formación Rafa García.
A continuación, llegó Antídoto, ese tema de reciente publicación en el que participa Carlos Escobedo, el líder de SÔBER. Hubiera sido interesante que hubiera aparecido por sorpresa en el escenario, pero al fin y al cabo era uno de los protagonistas de la cita y por ello, ya habría tiempo de sobra para disfrutar de su talento.
Tras ello, Nada importa, tema del álbum homónimo de 2009. Muy pegadizo y coreable. Está claro que ROMEO sabe hacer estribillos que enganchan. Parte de culpa la tiene Rafa García, el batería de la banda, que transmitió su entusiasmo al público con su labor en las baquetas.
Terminaron con Caricias de terciopelo, no sin tener algún fallo de sonido de lo más inesperado que casi consiguió frenarlos. Aun así, ellos terminaron como bien saben y demostraron que, a pesar de ser los teloneros, se puede brillar con luz propia. Desde luego, el nombre de ROMEO hay que apuntarlo y más si cabe si es para escucharlos en directo.
Se había dejado una muy buena atmósfera para que entrase la banda protagonista de la noche, SÔBER. Todos sus miembros (Carlos y Jorge Escobedo, Antonio Bernardini y Manu Reyes) entraron en escena sin apenas retraso y en una oscuridad casi total. Un juego de luces protagonizado por dos grandes paneles situados tras los dos guitarristas de la formación marcaba esta puesta en escena.
Comenzaron, como no podía ser de otra forma, con uno de los temas estrella de su último esfuerzo discográfico, Mi Heroína. Al fin y al cabo, venían a presentar su Elegía. Rápidamente la oscuridad se redujo para los siguientes temas, en los que ya se pudo disfrutar de una iluminación más que vistosa.
Salieron al escenario todos los miembros de la formación con muchas ganas de disfrutar su último concierto del año. Se respiraba una gran energía en la sala. Una energía que está claro que atesora la siguiente canción que tocaron, Vulcano. No fueron pocas las veces en las que Carlos Escobedo, al bajo y a la voz, no dudó en acercarse todo lo que podía a interactuar con el público mientras tocaba y agradeció en reiteradas ocasiones al público la buena acogida. Son esos pequeños gestos los que consiguen que la conexión con el público sea mucho mayor.
Después, aunque se bajaron algunas pulsaciones, no se perdió en intensidad con Blancanieve, una canción que engancha con un gran estribillo, de esos que se pueden corear en los estadios.
Lo bueno del repertorio escogido para esta cita fue que se intercalaban temas de distintos álbumes, de modo que todo el mundo pudo disfrutar del concierto al no tener que escuchar de manera prolongada algunas canciones que quizá no eran tan familiares.
Una de ellas podría ser la siguiente que tocaron, Máscara de hierro, que no es tan familiar simplemente porque es de su último álbum, pero que a buen seguro debería seguir en su repertorio porque es bastante emocionante con una letra sentida y al mismo tiempo motivadora.
Después tocó repasar Superbia, ese álbum que lanzaron en 2011 y que supuso su completa vuelta a la acción como grupo tras algunos años de proyectos paralelos. De este modo, tocaron La araña, una canción que como dice su letra “te atrapa más y más” con su buen groove y Tic Tac, más pausada, pero no menos excitante. Todo ello aderezado además con la inconfundible voz de Carlos Escobedo, que sigue sonando tan bien como siempre.
Tras ello, volvieron a Elegía con Verona, el que fue el primer adelanto de este nuevo trabajo. Verona evidentemente recuerda a Romeo y Julieta y por ello, casi parece que los teloneros de la noche fueron escogidos, entre otros motivos, por esa alusión al relato de Shakespeare. Vino como anillo al dedo. Una canción más que sólida y que es algo distinta al sonido más propio de SÔBER.
De Verona pasaron a Sombras, un tema sobre el cual mencionaron la importancia que tuvo en su trayectoria dado que fue el primer tema que sacaron tras reunirse de nuevo como banda, y Eternidad, tema íntimo, pero que es todo un himno por todo lo que transmite.
Luego llegó El Día De La Liberación, último tema que a la postre tocaron de Elegía. Lo cierto es que todos los temas de Elegía sonaron muy bien, tuvieron identidad propia y a buen seguro podrán tener un hueco más que consolidado y brillante en su extensa discografía. A pesar de llevar tantos años, podemos decir que en 2022 SÔBER sigue sonando a SÔBER y sigue deleitando a los más fans. Respecto a El Día de la liberación, sonó con gran potencia con ese doble bombo a cargo de Manu Reyes que hizo retumbar toda la sala. Una canción de las que motivan y sacan lo mejor del público.
Le tocó el turno a El Hombre de hielo, uno de los temas más estelares de su discografía por su complejidad y el componente emocional que tiene al recordar a Alberto Madrid, su segundo batería original, que falleció en 2006. Siempre tienen al menos unas palabras en su memoria en sus conciertos y esta no fue la excepción. El hombre de hielo es una canción de una gran belleza y que a uno no le importaría que la tocasen más de una vez en un mismo concierto. Un estribillo de los que erizan la piel y unos versos que inspiran. Lo tiene todo esta canción.
Se tomaron un respiro, casi como si hubiesen finalizado ya el concierto, pero afortunadamente apareció de entre las sombras repentinamente Carlos Escobedo. La cara más visible de SÔBER bajó a cantar casi a capela Estrella Polar con la complicidad del público mientras iba recorriendo toda la sala M100 de Córdoba. Lo hizo con una oscuridad casi total, únicamente impedida por alguna linterna de móvil iluminando a su paso, para que a pesar de la distancia todo la gente de la sala pudiera ver el desempeño del vocalista y bajista de la formación. Se trató sin duda de una actuación muy especial.
Ya hacia el final de la canción volvió al escenario para terminar la canción con el resto de la banda, que se había incorporado mientras él estaba aún entre el público.
Tras la Estrella Polar llegó La Nube, un tema imprescindible y espectacular de su discografía que los asistentes tuvieron la fortuna de escuchar, ya que no suele aparecer demasiado ya en sus setlists.
Un medley de Morfología fue lo siguiente. Sin duda, este último es una buena manera de que el público pueda disfrutar de esos primeros temas que lanzaron a la fama al grupo y que quizá son sus temas más pesados. Se intercalaban con mucha fluidez, como si de una sola canción larga se tratase grandes clásicos como Caída libre, Abstinencia, Loco, Condenado y ¿Qué hice Mal?. Se pudo disfrutar de los riffs pesados ejecutados por los guitarristas de la formación Antonio Bernardini y Jorge Escobedo, y de esas grandes canciones que catapultaron en sus inicios a SÔBER con todo merecimiento.
Dieron un salto temporal con Náufrago, perteneciente a Superbia. Jorge Escobedo pidió para esta ocasión que el público encendiese la linterna de sus móviles. Y vaya sí lo hicieron. La M100 adquirió un ambiente genial en el que corear esta canción fue mágico. También fue realmente mágico el solo que se marcó Jorge Escobedo a la guitarra.
Tocaba aumentar las pulsaciones para acabar por todo lo alto y para ello escogieron dos auténticos clásicos que no podían faltar: Arrepentido y Diez Años. Las dos canciones pertenecen a aquel Paradysso de 2002 y sus estribillos son de los que uno no puede evitar cantar. Aquí también se pudo disfrutar de la complicidad del dueto de guitarristas de la formación.
Para finalizar, la banda, a excepción de Manu Reyes, se retiró del escenario. Entonces el foco se centró en el propio Manu Reyes. Recordemos que Reyes es cordobés e hijo de Manu Reyes, líder del mítico grupo también cordobés Medina Azahara. En un contexto tan especial, Reyes se lució con un estupendo solo de batería para nada corto en lo que se refiere a su duración, mostrando todo su talento a las baquetas. Cuando parecía que ese iba a ser el final, volvió a entrar en escena el resto de la banda para terminar esa parte instrumental y poner fin con broche de oro a la cita. Lo hizo al día siguiente de lo que empezó, ya que acabó pasadas las 12 de la noche.
Nos quedamos con las ganas de escuchar alguno más de sus grandes temas, pero es que los madrileños tienen la fortuna de gozar en su discografía de numerosos temas de gran calidad y, por tanto, es fácil quedarse con ganas de oír alguno de ellos. Además, se vivió una gran comunión en todo momento. Muestra de ello es que tras colgar los instrumentos subieron los integrantes de ROMEO, que estuvieron disfrutando del concierto de SÔBER, para compartir la alegría con la banda estrella. Lo que quedó patente es que a pesar de los años SÔBER sigue sonando fresco y con ilusión. Si ellos se divierten, como demostraron en este frío sábado de diciembre en Córdoba, sus adeptos harán lo mismo.