Por Rafael González de Lara

 

 

Día caluroso en Sevilla, pero no tanto como para que los heavies dejen atrás sus camisetas negras. Así lo atestiguó cualquiera que pasara cerca de la Plaza de España el martes 11 de julio por la tarde noche. Los SCORPIONS casi llegaron al sold out a excepción de los típicos asientos de grada alejados y a los extremos, donde situaron a un servidor, y supongo que al resto de redactores.

 

Lo primero que uno se encuentra cuando cruza las puertas del recinto de Icónica Sevilla Fest es un amplio camino rumbo a la Plaza de España acompañado por una serie de puestos en forma de barras, consigna, aseos, etc. Todo adornado de luces y muy limpio y organizado, destacando los baños, que eran amplios y contaban con staff pendiente de qué orinales se iban quedando libres, para así ir haciendo pasar a la gente de la manera más eficaz posible.

 

Una vez sentado en la grada, cada minuto que pasa se va respirando un creciente ambiente de emoción que desemboca en aplausos y vítores antes incluso de que los músicos lleguen a subirse al escenario. La primera canción en sonar, Gas in the Tank, pertenece a uno de los dos álbumes predilectos de esta gira: el Rock Believer (siendo el otro el Love At First Sting). La acústica -al menos desde la parte izquierda de la tribuna- es bastante mejorable, pero no tanto como para enfadarse. Sin embargo, sí recibí quejas serias acerca de la baja intensidad y nitidez de la mezcla en la parte no frontal de la pista.

 

La calidad del sonido es algo que me preocupó desde el momento en el que supe que el evento tendría lugar en la Plaza de España, ya que me parecía demasiado bonito para ser cierto que el sitio, aparte de ser tan sumamente bello, fuera además ideal para conciertos. Finalmente, se podría afirmar que en acústica no está a la altura de la de una sala, pero escuchar a uno de los grupos de rock más legendarios de la historia con una de las plazas más bonitas del mundo de fondo iluminada de todos los colores del arcoiris, merece la pena.

 

Los de la grada estábamos lejos, pero varias pantallas gigantes retransmitían el show y proyectaban videos elegidos por la banda. Mis vecinos estaban contentos, ya que los asientos vibraban todo el rato debido a los botecitos de sus ocupantes. Los SCORPIONS son muy bien recibidos en la capital andaluza, cosa que se encargan de reafirmar los STINGERS, grupo tributo local a los SCORPIONS, que suben al escenario y le entregan una placa conmemorativa a la banda alemana.

 

Antes de que ese momento llegase la actuación fue intachable excepto por cierta guitarra desafinada que escuché en Coast to Coast. Pero a partir de ahí comenzaron a tocar los temas favoritos de los fans, empezando por la suave y emotiva Send Me An Angel, para la que piden al público mecer en alto la luz de sus móviles. Por supuesto, este lo hace, y además la corea. Luego suena un melancólico silbido. Entra en escena la balada Wind of Change, que la dedican a Ucrania hasta el punto de colocar un símbolo de la paz con sus colores sobre las pantallas. El estribillo es tan conocido que el cantante se permite el lujo de no cantarlo en la primera vuelta de la canción y al final deja un hueco para que la gente cante a capella.

 

La verdad es que es una pena que no toquen ninguna canción de su primera etapa, teniendo en cuenta que es la que más me gusta por diferencia. Pero la mayoría prefiere los discos de los ochentas, donde la ausencia de Uli Jon Roth y Michael Schenker se nota en la sustitución de riffs duros y aura psicodélica por ritmos y estribillos pegadizos más aptos para todas las audiencias. Me llamó la atención que dejaran hueco para un largo -pero sin llegar a aburrir- solo de batería. Mikkey Dee demuestra porqué necesita una batería tan grande y porqué ha sido el batera de bandas tan famosas como DOKKEN, MOTÖRHEAD, y, por supuesto, los SCORPIONS.

 

Después viene Blackout, temazo que la mayoría de la gente se sabe y que suena muy bien en directo. Su melodía te atrapa y te hipnotiza hasta llevarte por donde quiere, que acontece ser Big City Nights, uno de los mejores himnos de la banda en mi opinión. Al final de dicha canción, el frontman Klaus Meine levanta triunfalmente una estatuilla con una mano haciendo el símbolo de la victoria. Tras una breve pausa, como bis llega la balada Still Loving You, una de estas canciones que a uno, ya sea del lugar del mundo y la edad que sea, se le vienen a la mente al escuchar la palabra “romántico”.

 

Seguidamente, como guinda del pastel, el escenario se llena de humo y entra en escena otra de las ineludibles: Rock You Like a Hurricane. Todo el mundo se levanta y canta a pleno pulmón, y no es para menos; se trata de uno de los temas más icónicos de la historia del rock. Para concluir, diré que, a pesar del mejorable sonido, el setlist sin canciones anteriores al 1979, y la notable pérdida de melosidad en la voz de Klaus Meine fruto de la edad; la formación de Rudolf Schenker demostró que sigue estando a la altura de poner en pie a miles de personas a lo ancho y largo del globo terráqueo. Yo me lo pasé muy bien y taché otro de los grandes nombres de mi lista de bandas icónicas por ver.