Por Juan Ángel Martos

 

Del imaginario de Emily Highfield, surge el proyecto centrado en el dark folk y el blackgaze, SULDUSK en 2019. Tras un debut más que prometedor con Killer Debut Album, los australianos afianzan su sonido y dan un paso al frente con su nuevo trabajo Anthesis, ampliando sus sonoridades y creando un trabajo complejo, donde cortes folk, ambientales y ritualísticos se entremezclan con un blackgaze de alta alcurnia repleto de color y texturas que alternan a su gusto la estructura musical para dejarnos pinceladas doom y progresivas.

 

Producido y mezclado por Troy Mccoker, ha sido masterizado por Thomas Plec Johansson quien ha trabajado con grupos de la talla de KATATONIA, OPETH o SOILWORK, además de contar con la aparición estelar de Raphael Weinroth-Browne de LEPROUS y Rachelle Harvey en el chelo. Si te gustan bandas como MYRKUR, OATHBREAKER o CHELSEA WOLFE, estas de enhorabuena, pues este trabajo bebe de todas las bandas que hemos mencionado hasta ahora.

 

 

El álbum se compone de dos mundos que se unen en uno solo, alternando temas contemplativos y evocadores de una naturaleza pura y casi apartada de la mano del ser humano, donde los elementos folk se apoderan de la estructura musical, transportándote a mundos olvidados, pero siempre rondaran tu cabeza paisajes como Islandia, Nueva Zelanda, la Selva Negra,… Canciones como Crowns of Spear, Sphaera o Mythical Creatures, son el claro ejemplo, bongos, sonidos acústicos, violines medievalistas… SULDUSK en su esencia.

 

Mientras que la otra parte del álbum presenta su lado más agresivo, donde el post black se mezcla con un metal directo y aplastante, Verdalet, que abre el trabajo tras la introductoria Astraneus, lo demuestra con creces en una simbiosis perfecta entre MYRKUR y OATHBREAKER, con una percusión tan técnica como incisiva a cargo de Frankie Demuru, unas guitarras tan contemplativas como afiladas, con las que Josh Tayloy y Shane Mulholland demuestran estar plétoricos, con el apoyo de Daniel Green al bajo y una Emily impresionante en el apartado vocal. SULDUSK es una simbiosis perfecta entre druidas y tormentas, como ese hombrecillo negro que es devorado por una naturaleza inmensa que Friedrich plasmó en su pintura; solo tienes que ponerte Crystalline o el magnifico cierre A Luminous End y dejarte llevar por un romanticismo alemán del siglo XIX hecho música en el siglo XXI. Pongan oído a esos pasajes de violín que Hayley Anderson introduce para aumentar las emociones y la épica transformando cada corte en los que interviene en obras maestras, sobre todo este último. Se trata de uno de los álbumes del año.