
A pesar de tratarse de una noche de gran competencia en cuanto a conciertos en la capital, la que nos atañe se trataba de una cita ineludible para muchos, algo que se hizo notar desde incluso antes de entrar en la sala But. Una enorme cola que doblaba por bastante la esquina confirmaba que ningún fan de este mestizaje de metal y hardcore llamado
metalcore quería perderse este evento que nos traía
Route Resurrection, el cual se preveía como el concierto del año para los amantes de este característico sonido. El resultado fue un llenazo de facto (el
sold out se quedó a pocas entradas) donde se arropó desde a la primera a la última banda, dando buena cuenta de la popularidad de la que están gozando las mismas. Muchos de los asistentes aprovecharon la ocasión para repasar concienzudamente todo el repertorio de pasos de baile típicos en bolos de este calado: el
hardcore dancing, los
circle pit, los
wall of death, el
crowdsurfing y el
stagediving no faltaron en ningún momento. De esta manera, la sala se convirtió en una caldera que entraba en ebullición a base de los
breakdowns y la metralla que las bandas servían al expectante público.
IN HEARTS WAKE

La primera banda que tenía que aparecer en escena eran los australianos
IN HEARTS WAKE y lo hicieron con una puntualidad máxima tras sonar
Living On A Prayer de BON JOVI. Como combo a priori más pequeño y encargados de abrir la velada, de ellos podría esperarse que hubieran salido al escenario un poco “a verlas venir”, con la inseguridad que otorga el no estar tocando ante su público. Nada más lejos de la realidad. El quinteto de Byron Bay mostró una contundencia y frescura que se vio correspondida en todo momento por la complicidad por parte de los asistentes, que no dejaron de corear las canciones y hacer
mosh.
Reconozco que me quedé un poco loco cuando a las primeras de cambio apareció una barca hinchable sobre la que el vocalista Jake Taylor se montó para que el público lo llevase en volandas de un lado a otro de la pista mientras ondeaba una bandera con el logo de la banda, algo que por otro lado es habitual en sus conciertos. Todo esto mientras sonaba Departure (Death) del debut Divination, uno de los himnos de la banda.
Su reducido setlist vino a ser un greatest hits en el que tuvieron cabida temas de cada trabajo que han publicado, una selección bastante acertada, centrando el producto a promocionar en la banda en su conjunto más que en su último disco de estudio, Ark, del que pudimos escuchar Overthrow (con la que abrieron el show) y Warcry. El ambiente era inmejorable y desde muy pronto entraron en acción los primeros stagedivers (para desgracia de los fotógrafos y fotógrafas) y se formaron los primeros circle pits alentados por la banda. En lo musical, el sonido del combo en directo se portó bien y fue bastante fiel al del estudio, con un enérgico y concentrado Taylor apoyado en las voces limpias por el bajista Kyle Erich. Breakaway, Healer, Earthwalker y por último Refuge completaron el set.
WHITECHAPEL

Del metalcore genérico de los australianos pasábamos al deathcore sin paliativos de
WHITECHAPEL. Apenas un cuarto de hora para tomar aire y al lío de nuevo. Y aunque el concierto de los estadounidenses se presentaba como uno de los momentos estelares de la noche, para mí fue un bolo algo descafeinado debido al sonido y al insuficiente feeling de la banda con el público. Comenzaron a saco con
I, Dementia y
Faces de su aclamado álbum homónimo, y a pesar del entusiasmo de muchos de los asistentes apenas podíamos oír las guitarras (y llevan tres, ojo). No obstante, este problema se fue limando y para la mitad del concierto estaba solucionado.
Así pues, mi sensación es que la banda fue claramente de menos a más en el escenario, lo que no quita que fuera un concierto bastante plano (venir de la locura anterior con la barca de IN HEARTS WAKE tampoco les favoreció) y la interacción del frontman Phil Bozeman con el público se limitase a pedir un par de circle pits, que eso sí, clavó cada growl. Con un set bastante repartido entre sus tres últimos trabajos, Elitist Ones y Mark Of The Blade fueron las elegidas del último, mientras que de Our Endless Warcayeron Let Me Burn (con previo saludo en perfecto castellano del batería Ben Harclerode), la intro Rise (seguida con palmas por el respetable) precediendo a Our Endless War y la machacona y pesada The Saw Is The Law, llevando el delirio al público, que coreaba con entusiasmo su estribillo.

Los de Tennessee se despidieron con su clásico This Is Exile en un show que si bien fue austero en puesta en escena, se vivió de una manera muy intensa en la pista, demostrando las ganas que había de ver a estos abanderados del deathcore.
AUGUST BURNS RED

En un no parar de excitación y adrenalina (insisto, el ambiente era extraordinario), le tocaba continuar la faena una de las bandas punteras del metalcore progresivo, el veterano combo de Lancaster
AUGUST BURNS RED. Se apagaron las luces y comenzó a sonar
Chop Suey! de SYSTEM OF A DOWN, recitada de principio a fin por los allí presentes. Una vez saltaron al escenario, los americanos retomaron el movimiento sobre el mismo que le faltó a WHITECHAPEL, sobre todo con un hiperactivo Jake Luhrs que no paró de bailotear corriendo de un lado a otro y jugar con el cable del micro. El
setlist en este caso estuvo compensado de manera muy racional entre su último álbum,
Phantom Anthem, cuyos cortes gozaron de una aceptación por parte del público mayor de la que esperaba, y prácticamente un tema por cada trabajo anterior. Así pues,
King Of Sorrow fue el tema elegido para abrir (al igual que el álbum) un concierto que me devolvió el buen sabor de boca. En algunos momentos era difícil escuchar la voz de un Luhrs caracterizado a lo Popeye, pero eso no resultó gran problema.
Empire,
The Frost y
Spirit Breaker iban poniendo a tono al caldeado
pit, mientras disfrutábamos de las virguerías de uno de loa bateristas más talentosos del circuito como es Matt Grenier.

Entre complejas interpretaciones y tremendos breakdowns, la banda denotaba un estado de forma soberbio clavando las composiciones de estudio, realmente alucinante. La nominada a un Grammy Invisible Enemy, Float y Dangerous fueron el resto de elegidas para promocionar Phantom Anthem, mientras que Ghosts, Composure y White Washed terminaron de hacer las delicias de los fans más antiguos de la banda, quienes al final de la actuación se quedaron un rato pidiendo un tema más, pero no cayó esa breva. No nos extrañó ver a la banda muy sonriente al finalizar el concierto.
HEAVEN SHALL BURN

No era momento para dejar hueco al cansancio, ya que casi sin darnos cuenta los cabezas de cartel ya estaban aquí y había que quemar los últimos cartuchos de una noche memorable.
Sonaba RAMMSTEIN y eso solo podía anunciar una cosa. Con puntualidad alemana, Marcus Bischoff y los suyos hacían acto de presencia sobre el escenario de la But para no dejar títere con cabeza. Es cierto que en los últimos años hemos tenido oportunidad de ver a HEAVENSHALL BURN varias veces por nuestro país, pero esta era la primera vez que pisaban Madrid en gira propia, por lo que había mucha expectación y ganas. A todas las personas allí presentes nos había llegado al menos, si no visto, las que son capaces de liar los germanos sobre el escenario allá donde van: toda una retahíla de walls of death y circle pits se cernían sobre la pista de la sala, que al poco se convirtió en toda una batalla campal. Downshifter, primer single de su último plástico Wanderer, fue la utilizada para abrir un show muy intenso, seguida de Bring The War Home. Con The Weapon They Fear, de su ya remoto Antigone provocó la salida a escena de algunos karatekas, mientras que para Land Of The Uprising Ones Marcus pidió un circle pit a lo que la gente respondió de muy buena gana. Y entre tanto, no cesaban los crowdsurfers a los que la banda animaba a subir al escenario y lanzarse de vuelta al público. Tal era el ambiente que el propio Marcus se interesó un par de veces por la salud de toda la sala, alentándonos a “cuidar los unos de los otros”. La poderosa Counterweight dio paso a uno de los momentos mágicos del concierto: ese en el que la banda interpretó su versión de Black Tears de los suecos EDGE OF SANITY, que toda la sala coreó efusivamente. Llegábamos así al ecuador del concierto y los alemanes interpretaron seguidas tres canciones de corte más melodeath, como son Corium, la rescatada especialmente para este tour The Final March y Passage Of The Crane, y decir que sonaron como los ángeles gracias a la precisión de Maik Weichert y Alexander Dietz a las guitarras. Nuevo circle pit, pero esta vez muy grande, enorme, gigante, el que se montó con su clásico Profane Believers, antes de dar paso a Combat, único tema rescatado de Invictus. El fin estaba cerca, pero antes de los bises aún faltaban por caer dos himnazos de la banda como son Voice Of The Voiceless, con palabras previas de Marcus sobre la situación de las personas sin hogar y que llevaron la fiesta a toda la sala, sobre todo cuando tocaba tocar las palmas acompañando a la música, y Hunters Will Be Hunted, que sonó absolutamente arrollador.
Tras el pequeño parón, comenzó a sonar
Awoken, el pasaje que sirve de preludio a
Endzeit, y todo el mundo sabía lo que eso significaba. Sala partida en dos y muchos valientes que se atrevieron a sentarse en medio del
pit esperando la tormenta. Con un público realmente rendido a los pies de los germanos, llegaba el momento de poner fin a la velada con un último tema. Tras un caluroso agradecimiento a las otras bandas, preguntaron si preferíamos un tema original de HEAVEN SHALL BURN o una versión, a lo que el respetable respondió democráticamente que lo segundo, esperando oír
Valhalla. Y efectivamente, no defraudaron. La particular versión de BLIND GUARDIAN fue el colofón a una noche de locura, con toda la sala cantando “
Valhalla, deliverance. Why’ve you ever forgotten me?” hasta que la música se desvaneció.
Esto fue lo que nos dejó una noche para el recuerdo en el corazón de Madrid en la que pudimos ver a cuatro bandas en un estado de forma y de tirón excepcional, demostrando que el metalcore y el deathcore tienen un público fiel en la capital. Muchos asistentes se llevarán este bolo marcado en el cuerpo, pero de donde tardará en borrarse a la mayoría, sin duda, será de sus memorias.