«La percusión con las manos nos traslada a Orbis Alia»

Por Coraza
 
Son las ocho de la tarde y, como suele ocurrir, el concierto aún no ha empezado, pero la sala está bastante llena. En esta ocasión se llenó de personas disfrazadas de personajes de fantasía o con un kilt. Es lógico, no todos los días hay un concierto de música medieval y celta, y los dioses ordenan que toca divertirse. No os pretendo engañar, aquella tarde no hubo un concierto, sino toda una experiencia en la Salamandra de Hospitalet. Un plan inconfundible para el disfrute de aproximadamente un centenar de espectadores.
 
Se apagan las luces a las ocho pasadas, y cuatro personas suben al escenario. Después de casi dos semanas muy intensas, la gira llega a su fin y THE MOON AND THE NIGHTSPIRIT aterriza para dar un último concierto antes de volver a su lejana Hungría. El dúo va acompañado de dos músicos más. ¿Y quiénes los acompañan? A un extremo, un bajista tímido que se tapa con una larga pieza de ropa negra y una larga barba aún más negra. Al otro, un percusionista rodeado de instrumentos, que se sienta en un asiento realmente bajo y los golpea con las manos. Estamos acostumbrados a bateristas que golpean el bombo con un pedal y todo lo demás con baquetas. Sin embargo, aquel caballero lo sigue haciendo a la muy antigua usanza, con sus propias manos, con las que consigue sacar un gran sonido. Pero centrémonos en los protagonistas: la violinista y el guitarrista. Ella apoya su instrumento contra el pecho, y no bajo la barbilla, toca sentada y ante la mirada de espectadores con buen gusto. El público aplaude canción tras canción, relajado por un rato gracias a las meticulosamente compuestas melodías de los húngaros. ¿Y qué decir de la voz? Grave y potente, salida de un barbudo y grandullón guitarrista que no necesita que le entendamos para que nos relajemos ante la banda que lidera junto a la violinista. Recuerdo sentirme relajado, arrullado, pero no quería que dejasen de tocar, a pesar de que lo que estaba por ocurrir era aún mejor.
 
Y llegó TROBAR DE MORTE, la banda catalana de música medieval con casi 20 años de historia a fechas de 2017. En esta ocasión vemos una decoración a base de hojas verdes por los pies de micrófono y alrededor de los integrantes. Esta vez tenemos dos percusionistas, uno toca con las manos tal como lo hacía su igual húngaro, y el otro con mazos y que a la vez hace de bajista, con un contrabajo eléctrico. Tal vez los violines y demás vayan con cables pero, quitando eso, la banda ofrece un espectáculo 100% místico. Canciones en diferentes lenguas, una gaita, o una cantante que parece sacada de una novela o serie de fantasía son solo algunas de las cosas que ofrece. Sin duda alguna, mis ingredientes favoritos en un directo son aquellos que no pueden aparecer en un disco. En el caso de TROBAR DE MORTE, dos danzarinas con trajes exóticos bailan al son de la música y crean un efecto mágico que no se puede explicar con palabras. Una parecía inocente como un cisne, con tonos claros y desprendía felicidad. La otra, que vestía telas oscuras y llevaba varios tatuajes, podría ser un cisne negro que desatase el lado salvaje de que todos llevamos dentro. El escenario no es muy grande, y aún así los músicos tienen su especio para moverse, para bailar a la vez que tocan, para animar al público y demostrar que la música ancestral aún tiene cabida en los corazones de unos pocos bastardos. En este caso ya no estaba tan relajado, sino con ganas de bailar y divertirme como un bardo que ha recogido decenas de monedas. En definitiva, resultó una noche muy divertida.

 

Si algo tiene la música medieval es que, aunque las canciones puedan sonar parecidas, es capaz de transmitir un sentimiento universal gracias a la ejecución de acordes virtuosos con instrumento de toda la vida que siguen manteniéndose vivos hoy en día gracias a un público modesto. Ir a un concierto de cualquiera de estas dos bandas no es un concierto cualquiera, es una experiencia mística. Me llevo un gran recuerdo y muchas ganas de ir a algún festival medieval en breve. Y espero que la próxima vez no caiga en domingo, que el único bar de la zona que sirve hidromiel estaba cerrado. Experiencia recomendada al 100%