Hay fechas, conciertos, citas en general, que se tienen marcadas en rojo y con letra grande en nuestras agendas. Es así como tenía el paso de SHAWN JAMES por España en la mía. Tres fechas hizo: Bilbao, Madrid y Barcelona. Y las tres fechas me parecieron estupendas para ir. Finalmente elegí Madrid, con su difícil logística y toda su grandeza, para asistir a un concierto que, esperaba, me gustara tanto como lo que esperaba de él.

Era la segunda vez que veía en directo a SHAWN JAMES. La primera fue el año pasado, en Cádiz (porque viajar nunca fue un impedimento) junto al gran violinista Sage Cornelius. Un concierto más pequeño e íntimo, donde pocas veces he visto hacer tanto con tan poco (tocaron en acústico) y del que volví con un fuerte hormigueo en el cuerpo. Algo tiene que a cada ciudad que pisa gana seguidores.
Ahora viene en eléctrico, con nueva banda y presentando su nuevo disco The Dark & The Light en un formato que cabalga entre el eléctrico y el acústico. Este es un trabajo que, reconozco, no termina de convencerme precisamente por no estar en ningún lado de la balanza, pero debe ser algo que ya tenían en mente, teniendo en cuenta el artwork de este disco.
La cita era en la sala Cool Stage a una hora en la que aún brillaba, algo a lo lejos, en el cielo, el tímido sol del anochecer. Internarse en la oscuridad del recinto, en la serpenteante escalera que baja, para encontrarse, de pleno, con la luz cegadora de la banda entonando las primeras notas y con una sala que rozaba el sold out, fue la experiencia más religiosa de la noche. Supongo que no fui la única que lo sintió.
Así que abría con The Shadow, de su disco homónimo, mientras nos fascinábamos todos los que estábamos allí. La voz de SHAWN JAMES es poderosísima y suena arropada por una banda compacta y de sonido impecable, aunque de apariencia estática y guitarras algo apagadas. De su nuevo trabajo escuchamos temas como Orpheus, There it is o Burn the Witch, que levantó los coros más sonoros de la noche por el momento.

Mientras la banda se apuntaba a un descanso, en el que el vocalista agarraba su acústica y nos deleitaba con tres joyas como Eating Like Kings, Flow y The Thief and the Moon, yo conocía a gente en la sala. Los chakras estaban abiertos al 100% gracias a lo que estábamos viviendo y la música hacía el resto para que todos estuviéramos de buen humor.

Si sabes quién es él, me encantaría poder saludarle y conocer más sobre su proyecto, ya que no pude despedirme al final del concierto.
Así que llegó el momento del tramo final de la actuación en la que, sorprendentemente, la edad media del respetable era bastante baja (grandes noticias para el rock) y volvió la banda entera para terminar su set, con The Weeak End y una magnífica canción a piano, Love Will Find a Way (part 1 & 2) donde el vocalista dio todo de sí. Me dolió escuchar Curse of the Fold sin la presencia del violín pero suplieron esa falta perfectamente con la oscura Through The Valley, que subió los niveles de adrenalina entre los asistentes.
Cerraron con Hellhound, Delilah y Haunted, donde descargaron una lluvia de riff que regalaba la potencia que muchos esperábamos. La voz rasgada, profunda, de Shawn completaba la falta de garra de las guitarras (que sonaban bastante lejanas). Entre las versiones que escuchamos esa noche estuvieron Ain’t No Sunshine, The Number of the Beast y John the Revelator, cantada a capela usando al público de percusión donde definitivamente, queda demostrado por qué con sólo su voz SHAWN JAMES puede hacer temblar una sala que congregaba unas casi 600 personas.