Por Rafa González (texto) y Lucien Hubert (fotografía)

 

 

El día 1 de abril, a pesar de ser April Fools, tocaba un concierto muy solemne: BELL WITCH con FVNERALS. Dado que Revival, la promotora, eligió una sala tan grande como la Musiken Hus, me preguntaba si un bolo tan avant-garde la llenaría. Y el resultado fue que sí. Seguramente sin sold out, pero sí. Y se veía así desde los teloneros, FVNERALS. Otra prueba más de la valía de la afición sueca metalera.

 

FVNERALS es un grupo que se podría considerar como doom ambiental. Tal y como pasa en el drone, su música no suele seguir patrones repetitivos y las canciones son muy largas y lentas, pero al mismo tiempo tiene muchos riffs amenazantes y pesados tipo doom metal. Los instrumentos están afinados muy bajos, y con una ecualización que hace que suenen hiper densos y compactos. Y cómo no, usan amplificadores Orange. Son dos chicos y una chica. Batería, guitarra y bajo/voz.

 

Como era de esperar, el batería no tiene muchas oportunidades para lucirse tocando rápido, pero al ver la fuerza con la que golpea los tambores y platillos, demuestra que está sintiendo la música en lo más profundo de su alma. Cuando aporrea el bombo parece que todo el lugar vaya a estallar por los aires.

 

 

Se ayudan de una música atmosférica de fondo y de una pantalla. En la pantalla proyectan imágenes en blanco y negro de gente encapuchada y semidesnuda en lugares oscuros que se entrecortan por unas lineas borrosas como de interferencia. También salen dibujos psicodélicos que se proyectan sobre el cielo, que cubre un vasto y baldío océano. Para rematar la jugada, hacen uso de un humo que cubre todo el escenario, mimetizándose a la perfección con los videos de la pantalla.

 

 

La imagen que a uno se le viene a la cabeza al escucharlos es como un templo lleno de adeptos a un culto antiguo y místico donde todo el mundo va puesto de opio y setas alucinógenas. Un lugar pesadillesco donde no tienes capacidad para correr ni encontrar la salida. Aunque, curiosamente, a veces hay oasis de calma. La chica, tal como canta emulando el rezo a una deidad arcana, también canta emulando la tranquilidad y la paz de una madre meciendo a su bebé. Total, un espectáculo digno de los aplausos y vítores que se oyeron al terminar cada canción.

 

 

BELL WITCH se hace mucho de esperar dejando un rato largo una música ambiental de fondo mientras terminan de montar la gigantesca batería -con gong incluido- y los numerosísimos pedales de efecto para el bajo de numerosísimas cuerdas. En determinado momento, los dos músicos se lanzan una mirada y le dan play al track de fondo que guiará su concierto. Empieza a sonar un órgano tocando notas muy largas. En la pantalla se proyecta en blanco y negro un paisaje nublado de montañas cruzadas por un río. Las luces del escenario son arcoiris y huele a semana santa.

 

 

BELL WITCH es funeral doom, que es uno de los estilos de música más lentos, pesados y atemorizantes que existen, sino el que más. Se trata de crear una atmósfera de ensueño pero siniestra al mismo tiempo, y los videos que proyectan en la pantalla van en esa dirección: una vela encendida frente a un nebuloso bosque invernal con el sol del amanecer saliendo entre las nubes, una mujer vestida de blanco portando una máscara blanca con rayos carmesí mientras derrama arena sobre una cascada en un bosque… 

 

 

Cuando los riffs pesados comienzan, toda la sala retumba como si estuviera pasando un terremoto. Vibra hasta el último átomo del cuerpo de todos los presentes. La intensidad es tal que el bajo petardea en alguna ocasión. Su actuación es como una travesía por un lugar fantástico. Es como hallarse en la sala de espera para entrar al Valhalla. Es una atmósfera muy pulcra, como de preparación para una ceremonia. La voz es solo otro instrumento más. O, mejor dicho, dos instrumentos más, ya que la del baterista es monstruosa, mientras que la del bajista es angelical. 

 

 

Paradójicamente, es un concierto para estar muy atento. Se juega mucho con los contrastes de volumen, y hay partes en las que como el público no esté callado, se rompe el flow. De hecho, todo el bolo fue una sola canción, The Clandestine Gate, que es el único tema de su último disco, Future’s Shadow Part 1: The Clandestine Gate. Dado que la totalidad de la actuación transcurrió en una única pieza, todos los aplausos se concentraron al final, dando lugar a una de las reacciones más entusiastas que he presenciado en mi vida al finalizar un concierto.