Por @JaviGCarballal
Fotografías por Miguel Alegre
 
Viernes 6 de mayo de 2016. En pleno centro de Madrid, apenas a un par de minutos a pie de la Puerta del Sol, la sala Joy Eslava está preparada para celebrar un concierto muy especial para muchos rockeros, jóvenes y viejos, pero especialmente para un trovador que lleva más de cuarenta años contando historias a golpe de flauta y garganta. 
A eso de las ocho de la tarde, con un fila de gente esperando para entrar, de esas que emocionan por lo poco habituales que son últimamente, y por lo que nos recuerdan a los buenos tiempos del heavy en este país, cuando el Pabellón del Real Madrid, el Canciller o el viejo Palacio de los Deportes se convertían en templos de nuestra música, se abrieron las puertas y el público comenzó a llenar la sala, con un buen número de fotógrafos ubicándose junto al borde del escenario para haceros llegar del modo más realista posible lo vivido en la que sin duda iba a ser una noche mágica.
 
 
Muchas caras conocidas, mucha gente del rock de la ciudad y del país, y mucho buen rollo porque la ocasión sin duda lo merecía. Porque José Carlos Molina se merece que el rock de este país le haga un homenaje por su obra, por sus canciones, pero también por su actitud y su valentía a la hora de hacer casi siempre (como nos contaba en Metal Korner Radio el pasado martes) lo que le ha apetecido.  Y eso fue el concierto del pasado viernes, además de una fiesta de la música, un merecido reconocimiento a este artista y a todos los músicos que intervinieron a lo largo de la noche, de los que formamos la familia rockera, que no somos otros que los que acudimos a los conciertos y colaboramos en la medida de nuestras posibilidades a que nuestra música sobreviva, luchando contra vientos, mareas y demás elementos.
 
 
A las nueve y diez de la noche fueron apareciendo sobre el escenario Peter Mayr (teclados), Luis Romero (guitarra), Ramón Álvarez (bajo) y Javier “Bumper” (batería) para acometer una intro que desemboca en Viejos Himnos para Nuevos Guerreros, con José Carlos ya sobre el escenario ataviado con botas, vaqueros y chaleco, y con un brillo especial en los ojos viendo la sala completamente llena. Siguió a continuación un verdadero himno para mí, Los Ojos de la Zíngara, una composición con reminiscencias árabes y flamencas tras la que Molina presentó a los miembros de la banda y se mostró feliz de estar en ese momento y en ese lugar, con coña incluida (“qué más se puede pedir, ganó el atleti y ganó el Madrid”).
 
 
 
Continuó el espectáculo con Animales Sueltos y No Hay Ningún Loco, con el público totalmente entregado y cantando y saltando en cada uno de los cortes. Señalar que el sonido acompañaba, pudiendo distinguir perfectamente cada instrumento y cada matiz, y permitiendo disfrutar de cada una de las flautas que el jefe de la noche utilizó a lo largo del concierto.
 
La granja del Loco y Manicomio sonaron a continuación, y al término de ésta Molina presentó a los miembros de la banda, todos musicazos de los pies a la cabeza y cómplices absolutos de la fiesta, para seguir con un pequeño gran homenaje a sus admirados Jethro Tull. Destacar especialmente al excéntrico Mr. Mayr que no paró de disfrutar, vacilar al público y a José Carlos y demostrar sus dotes a las teclas y el Hammond, ese órgano que crea unos ambientes únicos gracias a sus ruedas fónicas que no dejaron de girar en toda la noche, en esta ocasión ataviado con una americana a rayas rojas y negras al más puro estilo Bitelchús.
 
 
Hada fue el siguiente tema en sonar, poco habitual en los directos de la banda y una grandísima canción. En un momento dado Molina habló de un “Ere” en el escenario, término desgraciadamente tan de moda en nuestros tiempos, para anunciar la aparición de algunos de los muchos amigos/invitados del artista que irían acompañándolo a lo largo del resto del concierto: Pedro Vela y Nacho de Carlos a las guitarras, Juanmi Rodríguez a los teclados y Luisma Hernández al bajo.
 
Galeras y la crónica ochentera Tocaba Correr fueron los siguientes temas en sonar, con el público acompañando a los coros en una sintonía perfecta con la banda y con el gran protagonista. A continuación, Molina se puso un teclado en bandolera mientras para que todos adivináramos que el siguiente tema en sonar sería Ella, cantado fantásticamente en esta ocasión por Gaby (The Val) y con Cristian Molina a la guitarra, en uno de los momentos que a más de uno pusieron los pelos de punta por la emoción. 
 

Durante todo el concierto no hubo un solo momento de relax, ni muchísimo menos de bajón, y en esa línea continuó el show nada menos que con Preparan, un verdadero himno que nuevamente fue coreado por todo el público bajo la dirección de José Carlos, que en todo momento se mostró cariñoso y emotivo, diciendo incluso en alguna ocasión que ese era uno de los días más felices de su vida. Siguieron sonando temazos uno detrás de otro, y era ahora el turno de FuegoEl Hombre de Fuego (arrancada con Mr. Mayr moviendo el Hammond hacia delante y hacia atrás al más puro estilo John Lord) y A Golpe de Látigo, en cuyo comienzo Molina ocupó el puesto del teclista hasta ser sustituido por Jorge Calvo para volver nuevamente al centro del escenario.

 

Sé Quién fue el siguiente tema en sonar, y a continuación, tras una intro de flauta bastante barroca, arrancaron los primeros acordes de El Tren, en la recta final del concierto, seguida de El Flautista (con la gran Judith Mateo al violín) y Más Duro que Nunca.


Una Copa por un Viejo Amigo fue el himno elegido para cerrar un show en el que disfrutamos todos los que allí estuvimos, tanto los que se subieron al escenario como los que lo vivimos desde abajo. Para finalizar, todos los músicos juntos saludaron desde las tablas y, como anécdota, contar que cuando alguien sugirió hacer la típica “foto finish” desde la batería con la banda dando la espalda al público, el gran Molina hizo “mutis por el foro”, dejando al resto buscando ubicación para un retrato en el que el gran protagonista finalmente no estaría.

En definitiva y a modo de resumen, concierto de lujo con músicos extraordinarios y ambientazo como el de los buenos tiempos del rock en este país (quizá consigamos entre todos que vuelvan). Pudimos disfrutar del Molina más emotivo y cariñoso, y de canciones de todas sus épocas interpretadas desde el corazón, con la sala llena y con el público volcado en todo momento, así es que ¿qué más se puede pedir?