Por Samuel T. Martín
El pasado 3 de Mayo asistimos a una de esas citas que parecía marcar el calendario de muchos de los rockeros de los que ahora se pueden empezar a considerar “la vieja guardia”. METALLICA, uno de esos grupos icónicos del rock, venía a Madrid, quién sabe si por última vez. Y esta clase de grupos, según se dice, los tienes que ver, por lo menos, una vez en la vida.
Sin embargo, el evento no fue como todos habíamos esperado, empezando por el aforo. Según la prensa, 68.000 personas asistimos a la arena del Mad Cool, 68.000 asistentes que quizá, pareciesen demasiados. Son bastantes más de los que podrían caber en cualquier estadio de fútbol… y todo esto en una arena plana. Algunos acabarían viendo el escenario más pequeño que si lo hubiesen hecho por televisión. Como elementos del escenario, unas pantallas gigantes que proyectaban en tiempo real los movimientos de los músicos; nada más.
Las enormes pantallas que nos permitían ver el concierto aún estando lejos del escenario.
Ante semejante aglomeración, tras pagar 95€ por la entrada y con cualquier consumición por encima de los 15€, todos quisimos pensar que el concierto merecería la pena. Y fue justamente eso: mereció la pena. Pero tampoco podríamos decir que fue un conciertazo. Ya en la primera canción, Hardwired, nos dimos cuenta de que más de una vez la voz de James Hetfield se perdía en algún problema del micro, y que los instrumentos se concatenaban.
Para colmo, la elección de la setlist dejó un poco fría al público, ya que durante la primera mitad del concierto, apenas hubo alguno de esos temas por los que METALLICA ya se considera un icono del rock. Un par de llamaradas, poco espectáculo… parecía que la banda planteaba un show tan frío como lo estaba su público… exceptuando a Lars Ulrich, el batería, que vivía la música con cada golpe de baqueta.
El concierto llegó al descanso sin pena ni gloria, y con Robert Trujillo haciendo un solo de bajo que desembocó en una canción de los Nikis, tributo más o menos acertado de METALLICA a la banda madrileña. Para entonces, el público no sabía muy bien qué esperar del show.
Logo desplegado durante el descanso del concierto.
Por suerte, la situación se revirtió tras el descanso. Vino One, cuyo final se vio cortado para tocar seguidamente Master of puppets. Por fin todos, público y banda, recuperamos la adrenalina. Después, los músicos se desplazaron y tocaron un par de temas en una pasarela o snakepit que se introducía entre las filas del público. Uno de esos temas fue For whom the bell tolls, que pareció encender definitivamente la mecha. A partir de ahí se sucedieron otros buenos temas para mantener la llama encendida hasta que, por la hora, todos supimos que quedaba el momento tierno de Nothing Else Matters y el subidón final de Enter Sandman. Durante esa última media hora sí pudimos ver todo aquello a lo que habíamos querido asistir. Se saltó, se cantó y se disfrutó.
La banda, durante la interpretación de One.
Al acabar el concierto hubo un pequeño espectáculo de pirotecnia; unos pocos fuegos artificiales para dignificar la noche. El problema, una vez más, fue que, al haber tanta gente, la mayoría se fueron corriendo a la zona de taxis y no se quedaron a verlo; quizá podrían haberlo utilizado durante el concierto para hacer entrar en calor al público, y no al final, cuando ya no esperaban gran cosa.
Setlist del concierto de METALLICA en Ifema:
Hardwired
The memory remains
Disposable héroes
The God that failed
The unforgiven
Here comes revenge
Moth into flame
Sad but true
No leaf clover
St. Anger
One
Master of puppets
For whom the bell tolls
Creeping Death
Seek and destroy
Lords of summer
Nothing else matters
Enter Sandman