Como acto de clausura del festival de poesía de Cordoba: Cosmopoética, la actuación de VIVA BELGRADO en la Sala Orive, pone la guinda con sus letras cargadas de angustia, melancolía y desesperación millenial a uno de los festivales referentes en cuanto a lírica se refiere.
Y es que los cordobeses saben muy bien lo que hacen, con una buena trayectoria encomiable para una modesta banda que siempre mira con cariño a su ciudad natal, los hemos visto crecer, abrir las alas, despegar y volar muy alto. Y la pasada noche del sábado 20 de noviembre fue uno de sus vuelos en un entorno único.
Encorsetados en una magnifica sala que antiguamente fue una iglesia iluminada con todo tipo de luces y presidida por una grieta en la pared iluminada por dentro, la música nos recordaba a esa calma y tempestad que contrastaba con el lugar, como una furia entre el tiempo y la tierra que hacían temblar un escenario que se iba haciendo más y más pequeño conforme las canciones avanzaban.
El arranque de VIVA BELGRADO acostumbra a ser sobrio y a la cara, y en esta ocasión (una de tantas del que escribe) no fue distinto. Si has leído hasta aquí y si no los conoces, creo que indudablemente deberías como mínimo escucharlos, pero si tocan cerca de ti, acercarte a verlos. Porque si por algo destacan es por un formato donde forma no lo es todo y priman el mensaje, letras y melodías que susurran a estados de ánimo y problemas existenciales. Tanto es así que como acostumbran, entre sus particularidades, Cándido a la guitarra y las voces apenas dirige la mirada al público desde un micrófono que siempre le queda pequeño y Ángel el bajista que siempre toca dando la espalda a la audiencia. Álvaro no defrauda nunca y su manera de pegarle a la caja con rápidos ritmos de hi-hat lo hacen el indiscutible protagonista de la noche con un retumbante sonido que parecía invocar a los demonios internos de todos los presentes en aquel sagrado lugar. Sorprendió la aparición de un nuevo miembro en la formación en sustitución de Pedro Ruiz; Jaime Ladrón a las guitarras que se une a la gira de la banda que acaba de empezar y al que, desde aquí, le mandamos nuestros mejores deseos en los próximos bolos.
El concierto comenzó con un modesto salto de los miembros de la banda que rápidamente arrancaron con Una soga y con unos buenos golpes de batería seguidos de Bellavista. primeros dos temas de su último trabajo completo: Bellavista, letras que nos hablan del pánico escénico y un Cándido que nos canta en primera persona de problemas con la fama, dejarse llevar, la promiscuidad y una visión hedonista del paso del tiempo. Tras un despliegue de melodías, una intensidad variable siempre de menos a más como una montaña rusa orquestada por la melodicidad de la guitarra, bajamos revoluciones con su último trabajo hasta la fecha, el single Un relato.
Es hasta el término de cuatro temas cuando la banda se toma un respiro, el justo para que un público, ya emocionado, rompa en un aplauso ante la explosión de sentimientos, rabia e ira desbocadas que la banda estaba creando en los espectadores. Y es que apenas una mirada atrás, en las butacas, podíamos ver cabezas asintiendo con energía y puños cerrados con fuerza, una especie de resistencia encorsetada por la formalidad social que se opone a un exorcismo catártico que cada vez era más necesitado entre la audiencia. Especialmente tras una pandemia y una banda como VIVA BELGRADO.
Hechos que se acentúan cuando empiezan a sonar los acordes de su tema Báltica, el cual abre su aclamado álbum Flores, Carne que despegó a la banda a una ola, en la que en mi opinión aún se mantienen. Báltica ofrece una magnífica melodía basada en trémolos y golpes de caja que nos ascienden a una furia desgarradora que solo sube y sube. Tema muy querido por el público, y en mi opinión, uno de los mejores inicios de álbum que nos pudo dejar el 2018 nos deja versos en estado puro que nos acaricia con dolor el rostro hasta ese tan sentido “El dolor me sienta bien” que hizo eco en la sala. Gritos desgarradores, al más puro hardcore melódico, son en realidad gritos de ayuda y auxilio en un “volveremos a nacer” al final de los últimos versos.
Una emocionante onda de choque para los sentidos y la piel que se erizaban a cada cambio de estructura y en especial en aquellas donde la guitarra era la protagonista.
Los temas se suceden uno tras otro, pasado por su nuevo trabajo Un relato el cual presentaban a la audiencia local y que en directo sonó como un vértice destacable pero bien integrado dentro del setlist. El arranque de la misma, con los ritmos frenéticos de Álvaro hizo retumbar la sala siendo reconocidos por un público ya entregado y cohibidos en sus asientos que escuchaban por primera vez la ejecución en directo de este tema. Es necesario destacar el colofón final del tema donde Cándido hizo retumbar los corazones de los presentes con un desgarrador “Si un árbol cae sin testigos no hace ruido. Si vivo sin testigos tal vez no he vivido, ¿no?” gritando agónicamente lejos del micro para dar paso a pulsos de música interrumpidamente que acentuaban el dramatismo de lo existencialista del mensaje.
Sin apenas descansos, la montaña rusa no paraba y rápidamente Annapurna se abrió paso con una ejecución canónica con ese verso “Esta vez será para siempre” que hizo que la grieta que preside el escenario de la Sala Orive se hiciese un poquito más grande.
Nos dieron algo de respiro al publico con Apaga la Llum de su álbum Ulises, tema bastante más tranquilo que reflejó una calma intermedia entre la tempestad, con una melodicidad marcada, un discurso de versos cortos y seguidos que hicieron reflejar un aura más melancólico y nostálgico. El live speak de Cándido nos recuerda al más puro estilo hardcore melódico que tanto nos gusta tanto (Y que parece que se está perdiendo), y el colofón de sus últimos versos nos dejaban alzar el vuelo desde un acantilado, sintiéndonos flotar durante unos breves instantes.
Un pequeño vuelo el cual rápidamente se torna en una tormenta descomunal, porque la calma duró poco porque la frase: “Cuando el Gran Danés abre las fauces…” Cayó como un rayo en la sala. Y es que las luces se apagaron y un espectáculo de iluminación entró en acción en uno de sus mas memorables temas de su primer trabajo El invierno. Un espectáculo de éxtasis y furia explosiva que retumbó con fuerza en un colofón perfecto para un viaje cargado de sentimiento, emoción y lamento que con ira termina poniendo punto y final. El increíble juego de luces mezclado con un instrumental nos deja piezas para el recuerdo erizándonos el vello al recordar el crudo lamento “no hay nadie, no hay nadie”.
En definitiva, una actuación estelar en la que VIVA BELGRADO supo estar a la altura de las expectativas, con una energía fulminante para unos espectadores obligados a estar sentados que se reprimían las ganas enormes de desfogar una ira y dolor efervescentes en su interior y acompañar a la banda en su periplo multidimensional. La potencia, delicadeza y crudeza características del sonido de la banda, nos recordó a actuaciones pre-pandemia sintiéndonos, de alguna manera, como el regreso a lo que solía ser habitual. En definitiva, en palabras de Cándido, “El único relato es que no hay ningún relato” tan solo el momento y la vivencia de estar allí, la genuina y autentica sensación de miles de emociones de todo tipo purgando nuestras almas en una genuina catarsis bella, cruda y salvaje. Un colofón perfecto para un festival como Cosmopoética en la ciudad de Córdoba. VIVA BELGRADO nunca defrauda. Volveremos.