Por Rafa González (texto) e Intoptier (fotografías)

 

 

El día 13 de julio un pueblo tan humilde como Chiclana de la Frontera acogió a una de las bandas más legendarias del rock, los SCORPIONS. Todo sucedió en el marco del CONCERT MUSIC FESTIVAL, festival veraniego de música muy variada en el que nunca había estado. Y lo primero que me llamó la atención de él no fue precisamente bueno, ya que al llegar al recinto nadie sabía qué hacer con los dos periodistas que habíamos sido acreditados. Se acercaba peligrosamente la hora a la que los teloneros empezaban, y el único miembro del staff encargado de la prensa se encontraba ausente. Afortunadamente, justo al comienzo del show la encargada apareció y fue muy simpática con nosotros. Entramos y nos permitió movernos libremente entre la grada y la pista. 

 

Otra cosa pintoresca es que, hallándose el recinto al aire libre, se designó un espacio en el lateral derecho, detrás de las gradas, como zona de fumadores. Que solo se pueda fumar en un sitio tiene la parte buena de que así el humo no molesta a nadie, pero entraña un problema: dónde ubicar dicha zona. En este caso las gradas tapaban el escenario, por lo que desde ahí solo se podía ver la pantalla de la derecha, que si bien estuvo operativa durante los SCORPIONS, se mantuvo apagada durante los teloneros PHIL CAMPBELL AND THE BASTARD SONS, con el fastidio que ello implica.

 

 

PHIL CAMPBELL AND THE BASTARD SONS es una banda famosa por estar liderada por Phil Campbell, ex-guitarrista de MOTÖRHEAD; su sonido se podría catalogar como un  MOTÖRHEAD más light. Es generalmente hard rock bastante rocanrolero con una guitarra que mantiene ese crunch que tanto le gustaba a Mr. Kilmister. Llama la atención que a pesar de tener una bandera de Gales en el escenario, también tienen temas más lentos al estilo sureño americano.

 

 

Siguiendo con los paralelismos y adentrándonos en canciones concretas, cabe resaltar Schizophrenia, que empieza un poco a lo GUNS N’ ROSES, aunque cuando entra la voz recuerda más a los HELLACOPTERS. Por otro lado, canciones como Too Much Is Never Enough suenan más a AIRBOURNE. Definitivamente nos encontramos frente a una banda menos punki y metalera que MOTÖRHEAD.

 

 

Debido a que iban en calidad de teloneros, su setlist se redujo significativamente. De tal modo, solo tocaron dos covers de MOTÖRHEAD. La primera fue la pegadiza Born to Raise Hell, que siempre alargan para interactuar con el público. Luego, a continuación de gritar «fuck you Tyler Campbell», tocaron Ace of Spades. Se notaba que muy poca gente se sabía canciones de PHIL CAMPBELL AND THE BASTARD SONS antes del show, pero Ace of Spades sí se la sabía buena parte del público. Aunque corearon y aplaudieron, no hubo mosh. Pero tanto por la edad de la gente como por las pintas de muchos, no fue sorpresa. Es el concierto de rock grande en el que más gente vestida de manera que podríamos catalogar como pija he visto de toda mi vida. Pero tanto por estar ubicado en el turístico Poblado de Sancti Petri como por el precio de la entrada, este factor cobra todo el sentido. 

 

 

Al terminar PHIL CAMPBELL pusieron una playlist de hits de rock que amenizó la espera para los SCORPIONS. Cuando esta llegó a su fin, el sitio se veía mucho más lleno que durante PHIL CAMPBELL. Está claro que no fue sold out, pero todo se veía muy repleto. Los más de 90 euros que costaban las entradas se debían también al reducido aforo del lugar, que permitía ver a la mítica banda germana más de cerca de lo normal. Desde luego, muchísimo más de cerca que el año anterior en la Plaza de España (crónica aquí). 

 

 

Cuando los SCORPIONS entraron en escena todo el mundo instantáneamente se puso a gritar y a sacar sus móviles. La verdad es que resulta un poco fastidioso tener un montón de móviles delante, porque no te dejan ver bien el escenario. Otra cosa negativa de este comienzo es que el bombo de la batería se escuchaba demasiado. Se comía casi por completo al bajo y sobresalía demasiado frente al resto de instrumentos, pero los técnicos no tardaron mucho en arreglar esto. Llegó el turno de Gas in the Tank y la voz no sonaba tan fuerte como debería, pero me dio la impresión de que más que por un problema de ecualización fue porque el cantante no le estaba echando las ganas suficientes. Definitivamente, lo peor del concierto fue lo envejecido que está el frontman Klaus Meine. Aparte de que se mantuvo prácticamente inmovil durante toda la actuación, durante las primeras canciones su voz dejó mucho que desear. Cosas de tener 76 años, supongo.

 

 

The Zoo empezó regular, pero luego en el estribillo remontó, devolviéndome la sensación que me transmitieron el año pasado en la Plaza de España. Con respecto a aquel, en este concierto mucha menos gente cantaba, pero -sobre todo en la pista delantera- cantaban los suficientes como para que los estribillos de Wind of Change y Send me an Angel sonaran bien alto. Al ver durante esos dos temas a todas las parejitas abrazadas, uno entiende el poder romántico que puede tener una balada; todos los recuerdos bonitos que se pueden asociar a una canción. 

 

 

La instrumental Delicate Dance fue uno de los highlights de la noche, donde Matthias Jabs demostró que una canción casi enteramente basada en solos de guitarra puede ser muy divertida. Otro que también demostró su buenísima forma en su solo es el batería Mickey Dee. Sin embargo, a Rudolph Schenker (75 añazos) le vi algún desliz.

 

 

Blackout sí que la disfruté como un enano, al igual que Big City Nights. Son canciones de hard rock que aparte de tener el sello de identidad de los SCORPIONS, son excepcionales por sí mismas. Son temas que te llenan de energía y te ponen alegre. Después de dichos torbellinos, la gente, extasiada, se puso a entonar el «ole ole ole» a pleno pulmón mientras la banda se despedía, cosa que dio pie al bis.

 

 

Como era de esperar, salieron con Still Loving You, épica pero sensible balada que con sus dos estribillos lo tiene todo para ser el mega éxito que es. Por último fue el turno de Rock You Like a Hurricane, que resultó en la fiesta esperada y llenó de electricidad el ambiente. Después de que la formación alemana repartiera un sinfín de baquetas y púas que no cayeron más lejos de la pista delantera, la marcha se trasladó a otro escenario donde había un DJ poniendo música disco. En total fue una buena experiencia, pero también sirvió para recordar que la edad impone ciertos límites a la hora de dar un espectáculo.