Por Rafa González

 

 

Después de pasar el viernes mosheando y sudando en un festivalito de death metal, la misma sala, la Sala X de Sevilla, nos tenía preparado algo aún más underground para el sábado: dos bandas drone y una sludge. Esta vez la promotora fue Spinda Fest, una compañía independiente con eventos musicales de este estilo en múltiples sitios de España. 

 

Yo la verdad es que no conocía ninguno de los tres grupos hasta que vi el cartel de este Spinda Fest Sessions Sevilla. Tampoco soy fan realmente del drone y la música ambiental, pero entre el precioso diseño del cartel y las opiniones de algunos amigos que tengo en alta estima, me decidí por ir.

 

 

No creo que llegara apenas un par de minutos tarde a la primera banda, HOLY HEX. Y digo “creo” porque en los bolos de drone uno entra y sabe que el show ha empezado porque suena algo y está el artista presente, ¿pero hace cuánto? Ahí está la gracia del ambient (si no la pillas es que no vas lo suficientemente ciego). 

 

En fin, volviendo a lo importante, el músico (HOLY HEX es solo una persona, el sevillano Fran Sánchez) estaba inmóvil en su silla mientras sonaba música oscura de tinte budista. Luego un acorde de su guitarra rompió de golpe con la paz. No sé si se podrían catalogar de riffs esos golpes de guitarra, ya que no siguen una estructura repetitiva. No hay melodías ni ritmos como tal. Es la recreación de un ambiente muy pesado y radicalmente bohemio. 

 

 

Al principio lo que suena es disociativo y depresor, pero luego pasa a ser psicodélico e inspirador, recordando a PINK FLOYD. No hay letra ninguna, ni falta que hace. Pero lo que sí que es necesario para este tipo de música y no estuvo a la altura fueron los altavoces de la sala. Se saturaban cuando el tono llegaba a un nivel muy grave. Sin embargo, ese detalle no empapó la percepción del concierto, que terminó entre largos aplausos seguidos de música de PEARL JAM.

 

 

PYLAR empieza del mismo modo, entre brumas, con luces verdes y rojas que dan un halo hippie a lo que, guiado solo por la puesta en escena, sería el aspecto de una banda de black metal experimental o algo así. Son cuatro, aunque el batería estaba totalmente tapado por las luces y el humo. El violinista y el guitarrista van con túnicas negras. Parece que el primero con máscara y el otro sin ella, pero tampoco se le ve la cara por su larguísima cabellera. El cantante tiene una máscara de toro esquelético con un candado colgado de cada cuerno -aunque más tarde perdería uno- y largas pestañas como pinchos. Va trajeado y con un largo pañuelo rojo al cuello. Lo que canta no sé si tendrá letra, porque o es un idioma nativo o es pura onomatopeya. Aparte de usar su voz también utiliza pedales como instrumento.

 

Van disfrazados, pero aunque a mí personalmente siempre me encandilen las actuaciones aderezadas con disfraces, creo que para este tipo de música la puesta en escena extravagante se hace un factor hasta necesario. Todos son seres sacados de una tierra mística y desértica. PYLAR podría hacer de banda sonora perfecta para un funeral del antiguo Egipto.

 

 

Las composiciones pueden ser tanto lo más tranquilas del mundo como agónicas y frenéticas. Y es que, el momento más reseñable del show fue la combinación de riffs stoner/doom de afinación muy baja y sonido comprimido con notas super agudas de violín y chillidos extasiados. Una pena que, otra vez, los altavoces de la X no lleguen al nivel necesario para reproducir bien tan exorbitadas vibraciones.

 

Precisamente debido a la excentricidad del género musical y lo minoritario que es su público, todo el que entra en un concierto de PYLAR debe saber perfectamente dónde se está metiendo. Y así lo pareció después de los extensos aplausos y vítores que siguieron al fin del show. En ese momento, con War Pigs sonando de fondo, me percaté de lo variadas que eran las pintas de la audiencia. La mayoría con aspecto de doom metaleros, bastantes de aires hippilongos e incluso unos pocos skinheads.

 

 

Ya solo quedaba ROSY FINCH, un power trío de sludge de riffs apisonadores y gritos exacerbados que suena realmente bien, como a los MELVINS pero más metal. A veces es más doom, otras más grunge; hay ritmos frenéticos así como tranquilizadoramente psicodélicos. Valiéndose de melodías sinuosas, efectos de pedal y cambios de ritmo congeniados a la perfección, ROSY FINCH sorprendió de seguro a todo el que no se fue después de PYLAR.

 

 

Los tres músicos son muy buenos. Entre el descamisado batería, el gigántico bajista y la punkarra vocalista mostraban una puesta en escena simple pero efectiva; totalmente concordante con lo que a uno se le viene a la cabeza cuando piensa en el sludge. Todo pasó rápido. Solo hubo alguna interrupción para enunciar consignas a favor de la escena underground. Al finalizar dejan el acople sonar, como debe ser, y después ponen NIRVANA por los monitores.